La supervivencia ante el turismo de masas

En un artículo pasado, ya versaba por las implicaciones derivadas en la economía doméstica ante el elevado endeudamiento para sufragar las “vacaciones”.

Ahora toca referirme al Turismo de Masas del que ciudadanos de aquí y de allá, están padeciendo, para bien o para mal, tanto en su lugar de residencia, como en alguna de sus salidas por cualquier motivo a destinos varios.

Este fenómeno, que se ha intensificado en las últimas décadas, suele considerarse un importante motor económico y fuente de desarrollo para muchas regiones del mundo y en especial para nuestro país, España. Sin embargo, es necesario reconocer que este crecimiento desenfrenado puede tener consecuencias negativas para nuestra sociedad, nuestra economía y nuestro medio ambiente.

Lejos de ser una bendición absoluta, el turismo de masas contribuye a cuestiones complejas e interconectadas que requieren una pronta atención y estudio para encontrar, lo antes posible, soluciones sostenibles.

Económicamente, el turismo de masas presenta una fachada de prosperidad que pudiera enmascara realidades no tan claras. Ciertamente, genera importantes ingresos y crea empleos en la industria hotelera, de restaurantes y de servicios asociados. Sin embargo, esta prosperidad suele ser desigual; concentración en grandes empresas en detrimento de las pequeñas que no siempre pueden competir en las mismas condiciones afectando al desarrollo económico de lo local. Ni que decir tiene, por un lado, el proceso inexorable en la desaparición del comercio tradicional en las pequeñas y medianas poblaciones, en detrimento de la calidad de vida de los residentes; haciendo hincapié en el cambio de la vivienda habitual y residencial, por una vivienda dedicada únicamente al uso turístico. Y por otro lo que provoca, que aquella persona necesitada de una vivienda deberá buscarla lejos de los núcleos de población a unos precios más acordes con su poder adquisitivo.

Además, la peculiaridad en la estacionalidad del turismo crea inseguridad económica para muchos trabajadores cuyo empleo depende de las fluctuaciones del turismo.

La inflación es otro efecto económico perverso del turismo de masas y que en muchas localidades españolas se viene produciendo. En muchos destinos populares, los precios de los bienes raíces, inmuebles principalmente, y bienes de consumo están aumentando, de forma alarmante, debido a la alta demanda turística, lo que encarece la vida de los residentes locales.

Como resultado, muchos residentes se ven obligados a abandonar sus lugares de residencia, incapaces de hacer frente al aumento del coste de la vida y principalmente de los alquileres de viviendas que de alguna forma frena la posibilidad de asentarse en ciudades con características especiales, transformando, por ejemplo, los centros históricos de las ciudades en verdaderos parques de atracciones para turistas.

A nivel social, el turismo de masas ejerce una presión considerable sobre las comunidades locales. La masificación en los lugares turísticos conduce, como ya he indicado, a menudo a un deterioro de la calidad de vida de los residentes. La infraestructura urbana, como el transporte público, las carreteras y los sistemas de gestión de residuos y el suministro de bienes se ve afectada por la afluencia masiva de visitantes. Además, la autenticidad cultural de muchos destinos se ve amenazada por una comercialización excesiva. Las tradiciones, los estilos de vida y las prácticas culturales locales a menudo se distorsionan para satisfacer las expectativas de los turistas, lo que lleva a una pérdida de identidad y estandarización cultural. El fenómeno de la “Disneyficación” de las ciudades históricas es un ejemplo sorprendente de esta dinámica. Los centros urbanos, que alguna vez fueron ricos en historia y cultura única, se están convirtiendo en áreas donde las atracciones turísticas y las tiendas del ‘turisteo” reemplazan a los negocios y servicios locales. Este proceso altera no sólo la experiencia del visitante, sino también el sentido de pertenencia de los residentes, que ven su entorno cotidiano transformado en un escenario superficial y artificial. Por último, las consecuencias medioambientales del turismo de masas se encuentran entre las más preocupantes. La constante afluencia de visitantes a zonas ecológicamente sensibles provoca una rápida degradación de los hábitats naturales. Los ecosistemas frágiles, los parques nacionales y las montañas, están sometidos a una intensa presión debido a la contaminación y la explotación de los recursos. La gestión de residuos se está convirtiendo en un desafío importante, ya que la infraestructura local suele ser insuficiente para gestionar los considerables volúmenes de residuos producidos por la afluencia de los visitantes.

Las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el transporte aéreo, marítimo y terrestre también pueden contribuir significativamente al cambio climático.  En conclusión, el turismo de masas, a pesar de sus ventajas e inconvenientes, puede generar consecuencias negativas a nivel económico, social y ambiental. Es imperativo que los gobiernos, las empresas y los individuos tomen conciencia de estos impactos y trabajen juntos para promover formas de turismo más sostenibles que sean respetuosas con las comunidades locales y el medio ambiente. Ejemplos como restringir la apertura de comercios y de pisos turísticos que se quiere implementar en determinadas zonas y ciudades, parece ser el comienzo del estudio por el que un enfoque equilibrado y responsable pueda garantizar que el turismo siga contribuyendo al bienestar global sin sacrificar la forma de vida que conocemos para las generaciones futuras.

Mario Sastre de la Calle

Economista

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