En recuerdo del tío Alex

Ayer, 31 de octubre, fue el día de recuerdo y homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil Española y la posterior Dictadura franquista. Así quedó determinado en la Ley de memoria democrática aprobada el 19 de octubre de 2022. Se definió ese día al coincidir con la fecha en la que se aprobó en 1978 la Constitución española por las Cortes en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados y del Senado, y en la que se produjo veintinueve años después la aprobación en pleno de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, conocida como de Memoria Histórica.

Precisamente esta ley tiene como objetivo recordar a aquellos que sufrieron las durísimas consecuencias de la guerra civil y la posterior dictadura y por ello quiero aprovechar esta fecha para recordar al tío Alex, una de estas víctimas.

Alejando González (1905-1937) era el hermano mayor de mi abuela Atilana. Un joven de ideas claras e innovadoras que a comienzos del siglo XX se crio con su familia en Segovia. Era el mayor de los seis hermanos y desde niño demostró buena mano con el dibujo y las artes plásticas, lo que le llevó a entrar de aprendiz al taller de Daniel Zuloaga en la iglesia de San Juan de los Caballeros, donde permaneció toda la década de los años 20, siendo uno de los artistas cuyos dibujos quedaron plasmados en las obras del taller.

Durante los primeros años de la siguiente década su trabajo artístico fue elogiado en varias de las exposiciones realizadas en Segovia. Su estilo era muy cercano a las vanguardas propias del momento. Su popularidad continuó en alza gracias al trabajo que desarrolló en la imprenta de su hermano Alberto, quien puso el nombre de “Alex” al local que abrió en el número 13 de la calle Cervantes. Allí Alex se encargaba de ilustrar todo tipo publicidad como carteles o tarjetas de visita de los comercios y establecimientos de la ciudad, desde Casa Cándido al concesionario de Renault o el café Sessé. También fueron varios los años en los que ilustró el cartel y el programa de ferias y fiestas de la ciudad.

Su carácter inquieto y comprometido, le llevó a fundar la Sociedad de Amigos de las Bellas Artes junto con otros intelectuales y artistas segovianos en 1931. Se encargó de organizar anualmente, entre 1932 hasta 1936, una exposición de Arte Libre para dar espacio a todos los artistas jóvenes punteros del momento.

Pero si algo caracterizaba a Alex era su compromiso social. Tenía un alto concepto de la justicia social y fue un gran defensor de las clases más desfavorecidas. Solidario y desprendido fue atraído por la militancia política del Partido Comunista. Mi abuela, tal y como me recuerda ahora mi tía, de las pocas cosas que contaba de él, es que Alex cantaba la Internacional con el puño en alto en las escaleras de la Canaleja los días que había celebración. Tal y como nos relata el periodista Carlos Álvaro, a quien agradezco enormemente toda la información que me ha facilitado y que publicó en el Norte de Castilla el 10 de diciembre de 2006, “Alex intervino junto a José Urquiza en la fundación del PCE en la provincia en 1932, según el historiador Santiago Vega Sombría. José Urquiza, empleado de Obras Públicas y también pintor y dibujante, fue secretario provincial del PCE hasta 1936, año en que dejó las riendas al propio Alejandro, de la rama de los publicistas.”

Su carácter reivindicativo fue claro durante los años de la II República, y su facilidad para el dibujo le llevó a hacer pintadas reivindicativas, con hoz y martillo, que le llevaron a pasar en alguna ocasión por el calabozo. Esta vinculación con el PCE le dejó claramente marcado en los meses previos al inicio de la guerra. Eso no le frenó a seguir utilizando el dibujo como herramienta política, y en durante los días de inicio de la guerra, en la Diputación Provincial, con motivo de la V exposición de Arte Libre de la Sociedad de Amigos de las Bellas Artes, Alex colgaba varias de sus obras «seis dibujos políticos de gran intención e ingeniosa sátira y tres obras publicitarias muestras de su original y moderno estilo» (‘Heraldo’, 19-7-1936).

Su pareja, la tía Vicenta, fue su principal musa. Decía mi abuela que las maravillosas piernas de uno de sus carteles publicitarios de la Casa Santamaría, una antigua mercería situada en la calle Cervantes 15, eran las de ella. De origen valenciano, conoció a Alex en Segovia, era hija de un trabajador del ferrocarril que fue trasladado a nuestra ciudad. Con ella tuvo dos hijas, Aurora y Margarita. El inicio de la guerra les pilló en Valencia, pues por la información que tenemos de Aurora, fueron a recogerla a casa de los abuelos maternos donde había pasado unos días.

Alex en ese momento perdió todo contacto con sus hermanos, pues todos ellos seguían en Segovia. Por lo que contó Aurora, decidieron quedarse en Valencia, hasta que Alex se unió a las tropas republicanas. El periodista Carlos Álvaro, recoge las siguientes declaraciones de su hija: “No dijo nada para evitar dramas, y una noche se fue de casa. Un vecino al que se lo había contado nos dijo que mi padre se había ido a la guerra de miliciano. A las pocas semanas recibimos una carta suya que tenía dibujada una palomita blanca con una rama de olivo en el pico. Desconozco su contenido, pero supimos que estaba en los frentes de Madrid. Después no volvimos a saber nada de él. Mi abuelo, desde Segovia, consiguió enterarse de su muerte ya acabada la guerra”. Efectivamente estuvo en los diferentes frentes de Madrid, mi abuela también recordaba con dolor, lo injusta que fue la guerra. Estando Alex en uno de los frentes de la Sierra de Guadarrama, creía recordar que en el alto del León, coincidió con su hermano Alberto, que estaba alistado en el bando nacional. Los hermanos que pocos años antes trabajaron juntos, mano a mano en la imprenta, entre tinta y papel, ahora luchaban en bandos opuestos y en sus manos solo tenían armas. No tenemos más datos del encuentro, mi abuela hablaba lo justo de estas cosas. No quería hablar de su hermano comunista en una ciudad tan conservadora inmersa en plena dictadura. Pero si tuvo siempre muy presente su recuerdo, pues a su hijo mayo le puso su nombre, mi tío Alejandro.

De Guadarrama debió trasladarse al sur, a Seseña, donde Aurora consiguió conocer que fue herido y trasladado a Talavera de la Reina. Gracias a la entrevista que Carlos tuvo con su hija, porque mi abuela nunca contó tantos detalles, sabemos que un consejo de guerra condenó a muerte a Alex González. Tenía 31 años, y una beca de dibujo le esperaba en París. “Le fusilaron el 10 de marzo de 1937, y creo que su cuerpo está en una fosa común en el cementerio de Talavera. Murió por sus ideas. Todavía le veo… alto, guapo y delgado. Yo le quería mucho”.

Sus hijas y sus hermanos no fueron capaces de obtener más información y todavía hoy no sabemos dónde está el cuerpo de Alex. Es uno de los miles de españoles que sufrieron las duras consecuencias de una guerra injusta entre hermanos y cuya memoria nunca fue reconocida como se merecen. Hoy la derecha de nuestro país pide pasar página, pero no podemos dejar atrás la memoria de quienes sufrieron una muerte cruel, de quienes lloraron su pérdida y no pudieron velar a su familiar asesinado. Porque la historia de una guerra no se construye solo con la voz de los vencedores. Por todo ello este pequeño homenaje al tío Alex y a toda su familia, por supuesto a mi abuela. También a todos aquellos a los que no dieron voz pero que, gracias al estado democrático actual, por fin la tienen. Que este homenaje sirva para mantener viva la memoria de las víctimas y para recordarnos la importancia de la paz, la justicia, la reconciliación y la reparación. Que nunca se olvide la historia y nuestro pasado, porque solo una sociedad avanza cuando se aprende de las duras lecciones del pasado y se dialoga para construir un futuro con respeto y justicia.

Clara Martín 

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