Transporte público ¿Lo pillas?

Supongo que estará Ud. de acuerdo conmigo en que el transporte colectivo de viajeros es generalmente más eficiente que el particular. Si no entramos en detalles, esto es tan cierto como decir que la eliminación total de las armas de fuego evitaría la mayor parte de las muertes por impacto de bala. ¿Quién puede negarlo?

Puede quedar bien en una pancarta o en un anuncio de Tv, en el que en una mañana soleada se muestran ciudadanos felices subiendo a un autobús o bailando mientras esperan al tren, mientras otro sujeto desesperado abandona su Lamborghini amarillo en un atasco… ¿Lo pillas? Pero si entramos en detalle, en seguida veremos que el asunto no es tan simple como parece, ¿Tiene el propietario de ese llamativo deportivo alguna parada de bus, metro, tren o tranvía cerca? De ser así, ¿Satisfacen éstas sus necesidades horarias? Y, lo que es más importante, ¿Le permiten ir dónde y cuándo él quiere?

Seamos serios, incluso la gente corriente, que ni sueña con poseer un superdeportivo, usa el transporte público a su alcance sólo si éste le ofrece alguna ventaja, como que le permita ir desde las proximidades de su residencia a las de su trabajo, sin demasiada pérdida de tiempo y a un precio razonable. ¿Cuántos de los que se desesperan a diario en los atascos de las grandes ciudades, no cambiarían gustosamente su puesto en esa procesión de penitencia por un sitio, aunque sea de pie, en un autobús urbano, si pudieran?

Cualquiera que haya recorrido la Europa central y del norte, habrá podido observar, con curiosidad y cierta envidia, como miles de ciclistas recorren a todas horas las calles de las diferentes ciudades, sin necesidad de carriles específicos, circulando con total normalidad entre el tráfico, mientras un numeroso y colorido conjunto de tranvías y autobuses permiten a otros ir de un sitio a otro, sin demoras y a precios razonables y son muy utilizados. Tampoco dejaremos de ver entre ellos vehículos de alta gama, cada vez más eléctricos, rodando por su asfalto.

Madrid y Berlín son ciudades aceptablemente llanas y con una población similar. La densidad de población de la segunda es un 27,64% menor que la primera, lo que significa que es, al menos, más extensa en un porcentaje equivalente. Berlín dispone de 620km de vías con preferencia para ciclistas, frente a los 120km de que dispone Madrid.

Los berlineses tienen un salario promedio 1.347,38$ más alto que el de los madrileños y son tres años más jóvenes, teniendo que dedicar sólo un poco más que los de la capital de España a pagar el alquiler de su vivienda, mientras emplean un 50% más en el pago del abono de transporte mensual.

Según un ranking publicado por Time Out, Berlín ocupa el primer puesto entre las capitales con mejor transporte público del mundo, el 97% de los berlineses elogia la red de transporte colectivo de su ciudad. Madrid está en un muy meritorio 12º lugar en ese listado, y los madrileños le otorgan un notable alto a su red de transporte. En 2023 alrededor de 1550 millones de pasajeros utilizaron el transporte público de Berlín, mientras que en La Villa y Corte el número de viajeros se elevó a 1607 millones.

Según el diario El País, 7 de cada 100 madrileños no usa nunca el transporte público y lo mismo podríamos decir de los alemanes a la vista de los datos anteriores. Publica Euronews que el porcentaje de bicicletas o patinetes como principal medio de transporte en Alemania es del 15%, cifra que se queda en un 2% para España.

Dice la plataforma global de datos e inteligencia empresarial, Statista, que aproximadamente el 56,1% de la población mundial usó en alguna ocasión el transporte público en 2023, apenas un 0,3% más que en 2017. Según el INE en ese año, sólo en las 7 ciudades más grandes de España, contabilizando metro y autobús, se produjeron un billón trescientos veintiún mil desplazamientos individuales totales, sin que se muestre ninguna variación significativa a lo largo de los últimos años.

No parece que el uso de la bicicleta en países como España, Portugal, Francia, Gran Bretaña o Italia avance según lo deseado, situándose en entre el 0 y el 3%; en unos pocos países alcanza el 15%, aún muy lejos del 43% de uso que registran los Países Bajos.

No hay estadísticas sobre el número de Lamborghinis que recorren nuestras avenidas, probablemente uno o ninguno, pero ni falta que hacen. Las cifras expuestas invitan a pensar que las campañas publicitarias para fomentar el uso del transporte público promovidas por el gobierno y financiadas con fondos de la Unión Europea, producirán el mismo número de usuarios del metro que pisos las promesas de viviendas sociales de Sánchez.

Afirmo sin pudor que cualquier persona que tenga a su disposición un transporte colectivo adecuado, económico, limpio, puntual y rápido, para ir diariamente a su trabajo, dejará en casa su vehículo particular.

Quizá habría que empezar por ocuparse de la mejora, modernización y optimización del transporte público y dejar de dar la tabarra, señalar, culpabilizar y perseguir a los ciudadanos corrientes, que nos desplazamos como podemos y/o nos van dejando, porque se trata de que podamos movernos libremente, no de que nos quedemos en casa. ¿O no?

Javier López-Escobar

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