Adiós, alcalde

Artículo publicado en El Adelantado de Segovia el día 17 de julio de 2020

 

Adiós, alcalde

 

«La política es una ONG, hay que venir a servir», ese fue el lema de Ramón Escobar, su hoja de ruta en la vida pública como alcalde de Segovia. No lo concebía de otra manera, así afrontó sus responsabilidades y de ahí nadie le sacaba. Por encima de los intereses partidistas y las siglas, siempre estaba por encima de todo y sobre todo lo demás Segovia, así entendía la política.

Nació para ser alcalde, sin él saberlo,  y dio su vida por completa habiéndolo conseguido, sin casi proponérselo. No solo lo logró, con mayorías absolutas incluidas, sino que se convirtió en el mejor alcalde de la ciudad. No hay debate, no hay discusión posible, no se dejen liar. Miren qué ciudad se encontró y la que dejó: los hechos son tozudos.   

A pesar de su enorme corpulencia, que podía causar distancia, era el ejemplo de cercanía y sencillez en todos los aspectos, «Yo tenía que ir a Madrid a cualquier reunión, y no buscaba un gran restaurante, yo iba a comer unas lentejas», me confesaba en alguna de las innumerables charlas que tuve el honor de compartir junto a él. Disfrutaba hablando y estando con la gente, no había nada impostado, porque él era así. Grande por fuera y por dentro, cercano. Esa cercanía quizás le viniera de aquellos años de Ingeniero Técnico Agrícola, en los que visitó multitud de municipios para poner en orden la concentración parcelaria, donde disfrutaba escuchando las historias de todos esos paisanos que se iba encontrando por los pueblos. Así disfrutaba la vida, charlando con todos. Esa forma de entender la vida, esa cercanía, no la perdió como alcalde, sino que, más bien al contrario, se acrecentó. Las horas con él se convertían en minutos.  

Sin ser segoviano de nacimiento, quiso y trabajó por Segovia más que muchos que hemos nacido en ella. Sin poner palos en las ruedas, con una visión valiente, arriesgada, moderna, atrevida, sin ese espíritu caciquil que tristemente parece caracterizar en algunos momentos a esta ciudad, todo lo hizo creyendo, confiando y apostando por Segovia. Creía que otra ciudad era posible, y a ello se puso hasta conseguirlo. Nuestra realidad actual le debe mucho a aquellos años de transformación y crecimiento.

A las siete de la mañana ya estaba visitando obras, para que una vez que llegaba a su despacho poder hablar con el jefe de obra de turno y decirle de primera mano si aquello iba bien, se ralentizaba o se estaba haciendo mal. Un alcalde a pie de obra, así entendía su cargo, así creía que tenía que ser la política: calle, calle y más calle.  

Pronto empezó a incomodar a muchos en el Partido Popular segoviano su carisma, su poder, su respaldo y el apoyo de la ciudadanía. Cada vez tenía más fuerza, más peso en la calle, que ahí es donde se ganan las elecciones. Claro ejemplo de ello es que los populares no han vuelto a tocar pelo en el Ayuntamiento de Segovia ni han vuelto a tener un dirigente con su fuerza y carisma. No supieron, o no quisieron aprovechar y poner en valor todo lo que consiguió Ramón como alcalde. Ya saben, aquello que decía Churchill «Nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos atrás».

Eran muchos los que se dirigían a él para intentar que cambiara de opinión ante alguna de sus propuestas,  con el argumento de que eso no generaba réditos electorales, pero su respuesta fue siempre la misma: «He venido a solucionar los problemas de la ciudad, a mí los votos no me importan». Y así lo demostró cuando en su última legislatura en el Ayuntamiento, a pesar de ser el ganador de las elecciones, un surrealista pacto, le obligó a tener que ceder la alcaldía al CDS, que tan solo contaba con dos concejales. Un pacto que ni él mismo entendía, pero que acató con gran dignidad y señorío. Y ahí aguantó los cuatro años con enorme clase, estoicidad y grandeza ante todo lo que estaba ocurriendo. Tuvo que soportar ver cómo intentaban desmontar todo lo que él había creado, lo construido en esos apasionantes años. Sin una mala cara, sin sacar los pies del tiesto y aguantando hasta el último día de la legislatura. Y a partir de ahí se retiró en silencio sin convertirse «en un jarrón chino» de esos de los que hablaba Felipe González. Fueron escasisimas las entrevistas que concedió a partir de entonces, sin entrar en polémicas, ni valoraciones de lo que ocurría, pero es evidente que él tenía opinión de todo lo que iba ocurriendo en nuestra ciudad. Le ofrecieron cargos, y a todo renunció, porque su mayor honor ya había sido ser alcalde de Segovia, y nada superaba eso.     

 Ramón ha sido el claro ejemplo de lo que debe ser un alcalde: la cercanía y el llevar la ciudad que gobiernas en la cabeza y el corazón. Cuando alguien se proponga o quiera ser alcalde, que se fije en la obra de Ramón, ahí habrá conseguido lo más importante.

 Sin duda toda obra humana tiene sus aciertos y errores, pero no por su  tristísimo fallecimiento ahora los aciertos son mayores, ya que su obra habla por sí sola. Fue un alcalde que puso a Segovia en el mapa y en el Siglo XX, y aunque su medida más recordada y mediática fuera el corte del tráfico debajo del Acueducto, su obra fue mucho más fructífera y amplia: construcción del primer aparcamiento subterráneo, puesta en marcha del campus universitario, creación del Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad, renovación del actual Ayuntamiento de Segovia, recuperación de La Alameda del Parral, creación de la Fundación don Juan de Borbón, el Tren de Alta Velocidad, el primer centro comercial, la primera universidad privada… Sin duda, los mejores años de nuestra ciudad. Siempre le quedó clavada la espina de la rehabilitación del Teatro Cervantes «teníamos el dinero en las manos». Aquello le dejó un sabor amargo por verlo tan cerca pero al final no verlo realizado, con muchos desvelos, tantos que  hasta sus últimos días seguía recordándolo con pena. Qué bonito sería que cuando se pueda rehabilitar ese teatro que pasará a llamarse Teatro Ramón Escobar. Por todos los rincones, barrios, calles de Segovia hay una actuación de la gestión de nuestro mejor alcalde. Su obra perdurará para siempre en el tiempo, porque sigue muy vivo y presente en nuestra ciudad: fíjense, y le verán.

 Le insistí mucho, me consta que no fui el único, que debía poner en orden muchos de los apuntes que iba creando. Que era necesario y saludable que se escribieran sus memorias, para que quedara constancia de todo lo logrado, y se supiera la verdad de cómo se gestaron muchos de los asuntos, algunos muy importantes de nuestra ciudad. Y no hace mucho, un día me dijo: «Lo hacemos, conozco mucha gente, pero lo hago contigo, porque solo me fío de ti». Oír eso sin duda fue una enorme responsabilidad. Nos pusimos a hurgar y rebuscar en la memoria, a apuntalar fechas y nombres, y en ello andábamos. Ahora pesa como una enorme losa que no pueda ver terminado ese proyecto que siempre tuvo en la cabeza. Son los considerados giros de la vida que lastran.  

 Segovia le negó, le hemos negado, el homenaje en vida ganado y más que merecido.¡Las cosas en vida señores! Hemos sido ingratos, no hemos premiado lo decente, no hemos valorado el trabajo, honradez y entrega, no hemos sido como ciudad agradecidos ni justos con la figura del que fue nuestro mejor alcalde.

Son días de asumir su ausencia… Y eso cuesta. Le echaremos mucho de menos, ni se imaginaría él cuánto, pero siempre nos quedará a los que le conocimos la satisfacción de haberlo hecho, porque Ramón Escobar nos hizo ver que es posible la honradez en política, con su ejemplo, su clase, su forma de entender lo público, su vida…No le olvidaremos, lucharemos para que su obra y memoria nunca caigan en el olvido. ¡Hasta siempre alcalde!

Javier Segovia Muñoz

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