Artículo publicado en elacueducto.com el 4 de junio de 2012.
Dan para mucho nueve años, y en el caso de Cidao no ha sido para menos. Nueve años en los que habido de todo alegrías, desilusiones, tristezas, sonrisas, lágrimas…, tiempo en el que ha sabido ganarse el cariño, respeto y admiración de toda una ciudad, que ahora se lo agradece como sabe.
Lo vivido este sábado en el pabellón Pedro Delgado no se puede contar con palabras, entre la realidad y el sueño. Los que estuvieron allí saben muy bien de lo que les hablo. Seguro que será difícil olvidar lo deportivo, pero también lo sentimental de esa tarde de sábado. Me quedo con la imagen de Cidao dando la vuelta a la cancha a hombros de los aficionados, como el mismísimo José Tomás, llorando como un niño y agradeciendo con una camiseta que guardaba para el final del partido que decía “Gracias Segovia”. La afición le despidió como se merece, esperemos que el club no se ahorre esfuerzos en hacerlo.
El Caja Segovia pierde a un portero, un capitán, y al mejor embajador que ha tenido el club en estos años; nunca un mal gesto, ni una mala palabra, y siempre con su eterna sonrisa pícara. Lo mismo hablaba con el presidente del club que con un niño que con el padre don Julio. Todo un ejemplo dentro y fuera de la cancha para directivos, compañeros y aficionados. Allá donde iba el equipo siempre era el jugador más mediático, pero también el más querido. Recuerdo el partido entre el Pilaristas-Caja Segovia de la Copa del Rey, en el que a pesar de ser eliminado el equipo madrileño por un 0-3, al finalizar el partido todo el pabellón cantaba su nombre; aunque la inmensa mayoría de los espectadores eran del Pilaristas.
Este gran portero ya ha pasado a formar parte de la historia de este treintañero club y de la selecta lista de grandísimos jugadores que hemos podido tener en esta ciudad. Nombres como Elías, Orol, Serpa, Amado, Ibañes, Giustozzi, Lin, Lozano, Tobe… Ahora lo hace Cidao por méritos propios y por la puerta grande.
Para todos los que han estado a su sombra (Cristian, Arrivi, Mordi, Gonzalo y Andresito), Cidao ha sido el espejo en el que mirarse y un ejemplo a seguir, pero en él también han tenido un humilde compañero.
Deja la huella de su paso en la retina de todos los aficionados, que recordarán su presencia eterna y su valentía para dar la cara en partidos importantes. Pero también deja la escuela de porteros que comparte con César, por donde han pasado ya muchos niños que han tenido el honor de tener al mejor maestro. Quizás algún día alguno de ellos este bajo los palos de la portería que defendió con uñas y dientes Cidao. Con el tiempo esos niños valorarán aún más las enseñanzas de este gran tipo.
Pero él no se va con las manos vacías, se lleva el cariño y reconocimiento de toda una ciudad, y a Iker, su primer hijo, que siempre llevará con orgullo haber nacido en nuestra ciudad. Ciudad que su padre conquistó con su forma de ser dentro y fuera de la cancha, y su ejemplar y abnegado trabajo.
Hasta luego amigo, adiós eterno capitán.