Después de retirarse voluntariamente durante 5 días, tras superar “una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerle desfallecer en lo político y en lo personal”. Después de abandonar a su pueblo en las tinieblas, empapado en lágrimas y roto de dolor, atribulado y sin rumbo en el desierto, sin pastor que le guíe, el líder ha vuelto renacido. La última performance de la factoría de la Moncloa muestra un hombre nuevo, dispuesto a batirse el cobre.
El pasado lunes, el Excmo. Sr. Presidente del Gobierno de España, D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, se ha dado una vuelta por el Palacio de la Zarzuela para saludar al Rey y después ha comparecido en solitario ante dos micrófonos y una cámara de televisión, únicos testigos. Tras dar las buenas tardes a las once de la mañana, y marear la perdiz durante 6 minutos, ha anunciado, ¡sorpresa!, que va a seguir al frente de la presidencia del gobierno de España para “trabajar por la regeneración pendiente de nuestra democracia” con “más fuerza si cabe”. Nos ha pedido poner “fin a este fango mediante el rechazo colectivo más allá de las siglas y las ideologías”, mientras su semblante se esforzaba en mostrar bondad y candor, como si nunca hubiera roto un plato.
Con la apariencia del que ha aterrizado en un planeta en el que jamás sus pies hollaran el polvo, inocente y libre de toda mácula o responsabilidad, nos exhorta para que «la mayoría social se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común, poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo».
Él hará la “limpieza que abra paso a la regeneración” y nos guiará con claridad hacia la senda por dónde deberemos caminar.
En palabras del reputado orador, distinguido por su exquisito, selecto, fino, elegante y delicado vocabulario, el Excmo. Sr. ministro de Transportes y Movilidad Sostenible de España, D. Óscar Puente Santiago, Pedro es “¡El puto amo!”. ¿Qué más se puede decir de este aprendiz de caudillo, profundamente enamorado? A estas alturas no caben análisis, peroratas, ni discusiones, amén, alea iacta est… Contestando con la esmerada oratoria ministerial diré: ¡Y un mojón!
Una cosa es predicar, y otra dar trigo. Se atribuye a Confucio, aunque igual es un bulo, ¡vaya Ud. a saber!, la siguiente máxima: “Cuando el gobernante mismo obra rectamente, ejercerá influencia sobre el pueblo sin dar órdenes, y cuando el gobernante mismo no obra rectamente, todas sus órdenes serán inútiles” o, como dijo Benjamín Franklin: “Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla”. La idea la resumió Séneca de esta manera: “El camino de la doctrina es largo; breve y eficaz, el del ejemplo”.
Vamos, Sr. presidente, no sé si me explico bien, quiero responder a su apelación a la ciudadanía instándole a iniciar el camino del ejemplo. Sólo así, quizá, podría recuperar algo de la credibilidad que, tal vez, algún día tuvo, pero que en estos años creo que ha perdido por completo.
Empiece la regeneración por casa, más modelo y menos instrucciones. De no ser así volverá a decepcionar a todos, salvo quizá a los que se agarran con uñas y dientes a sus faldas, las de Ud., porque dependen de ellas para vivir, y a los fieles de la secta en la que ha devenido el PSOE, antaño un respetado partido de estado, democrático y con el debate interno por enseña. Los primeros dicen que le quieren, sin embargo, solo le necesitan; los segundos creen que le aman, pero simplemente son adeptos.
Yo ni amo ni desprecio a Pedro Sánchez, y tengo el mayor de los respetos por la mujer con la que comparte sus anhelos, no es personal. Respeto el resultado de las urnas, aunque no me guste. Simplemente me parece que las cosas pueden hacerse mucho mejor. Quizá lo oportuno sería retirarse y dar la palabra a los españoles, esa es mi opinión, pero ¿Qué sabré yo?
Javier López-Escobar