Ginés Marín sorteó dos toros con opciones, válidos, para cualquier plaza, menos para Madrid. El tercero tuvo nobleza y una embestida con clase, para el toreo sin inercias. Ese, precisamente, que se forma con paciencia y con una colocación necesaria al hilo del pitón, para tirar de la embestida sin toques. Al contrario que el sexto, que estuvo más cómodo en la inercia y en los terrenos paralelos a tablas. No estuvo acertado con la espada.