Tras más de una hora de deliberación, que ha sido resuelta por mayoría, y no por unanimidad, el jurado del Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma de la Diputación, coordinado por Juan Manuel de Prada y María Antonia de Isabel Estrada y reunido esta mañana en el salón de Plenos del Palacio Provincial, abría la plica que determinaba que el ensayista y filósofo Santiago Alba Rico es el sucesor de Luis Alberto de Cuenca en el palmarés del galardón.
De este modo, en su trigésima cuarta edición, el Premio -“uno de los más importantes de la literatura en castellano”, a juicio del presidente de la Diputación, Miguel Ángel de Vicente- viajará a la provincia vecina de Madrid gracias a ‘Caídas’, un poemario “dominado por un tono melancólico que mira al pasado e incluye una gran crítica social en la que todo está anudado a la idea polisémica de caída”. Para el jurado, el libro ganador “está en vuelo permanente” y mantiene en todo momento el pulso poético, además de estar estructurado de un modo en que se convierte en un poemario “rítmicamente muy musical” y en el que “el fondo y la forma se acoplan” para poder ser leído por un público muy diferente.
Así lo resumía Asunción Escribano, componente del jurado, después de que Juan Manuel De Prada reconociese que “se ha tratado de una edición francamente fecunda en participación y calidad de los poemarios” y admitiese que “las deliberaciones han sido muy ajustadas”.
En la primera edición a la que el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Gonzalo Santonja, fundador y excoordinador del reconocimiento, asiste al fallo como parte del público desde su nombramiento, y también en la primera edición en la que Santiago Gómez ejerce como secretario del jurado, éste, que también está formado por Luis María Ansón, Carlos Fernández Aganzo, Fermín Herrero, Raquel Lanseros, y Jesús García ‘Chus Visor’, decidía, del mismo modo, conceder el accésit, dotado de 3.000 euros, a ‘Ramas de mirto en la Ciudad Eterna’, de Carmen Palomo Pinel.
Obra de una doctora en Derecho Romano y profesora en la Universidad CEU San Pablo, el libro vincula la poesía con el Derecho Romano y llama la atención, según revelaba el jurado, por su originalidad, su gran riqueza léxica y sintáctica y el dominio del lenguaje de su autora. “No hay muchos poemarios de esta naturaleza; es muy personal y difícil de olvidar”, argumentaba Raquel Lanseros apuntando que el trabajo de Pinel “viene a apoyar la transversalidad del conocimiento, puesto que aúna las artes y las ciencias y la visión del mundo a través del Derecho con la visión del mundo a través de la poesía”.
“Son dos obras valiosísimas y muy distintas entre sí”, señalaban los miembros del jurado, a quienes el prejurado había facilitado la tarea con una selección de catorce poemarios, entre los más de quinientos recibidos y procedentes de una veintena de países. Precisamente a esa labor y a los componentes de prejurado y jurado se refería Miguel Ángel de Vicente en su intervención de apertura del acto, agradeciendo y “subrayando en fosforito, como pocas veces, o nunca, se subraya la poesía” su papel y su capacidad de “leer con detenimiento, sin prejuicios ni normas, sin pautas ni reglas” hasta encontrar, entre centenares de libros, qué versos merecen entrar en un histórico palmarés de prestigio internacional.
En un discurso en el que De Vicente hacía referencia a una entrevista a Francisco Brines publicada hace unos días en La Razón -tres años después del fallecimiento del poeta-, el presidente de la Diputación, que indicaba que la entrevista realizada por Javier Ors parecía haber aparecido “por casualidad o destino, queriendo hacer justicia a la poesía”, recordaba algo que ya indicaba Santonja y en lo que ahora incide Juan Manuel de Prada: que el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma es un galardón en el que caben múltiples voces poéticas. De Vicente argumentaba que, en el Premio que otorga la Diputación desde hace más de treinta años, “la respuesta exacta” la termina devolviendo la propia poesía; a veces concediendo los 10.000 euros de Premio a un libro escrito según los cánones de la poesía más clásica y otras a poemarios que, como afirmaba Brines, están escritos atendiendo a esa poesía “que ha evolucionado más que el ser humano”.
En unos casos y otros, al prestigio de ser merecedor del Premio o, en su defecto, del accésit y a la importante dotación económica que concede la Diputación a los ganadores de ambos, se suma también, como es tradición, la publicación de los poemarios en la importante colección Visor. Así, tanto Santiago Alba como Carmen Palomo pronto verán sus poemas entre tapas negras y podrán posar con ellos en el acto de entrega del galardón, que, previsiblemente, tendrá lugar después del verano.