Que todas las citas electorales son importantes es una obviedad. Escuchar aquello de “estas elecciones son más importantes que nunca” es algo bastante recurrente en cada campaña electoral. Pero por muy obvias o recurrentes que puedan parecernos, estas afirmaciones contienen una importante dosis de realidad.
En el caso de las elecciones a las que estamos llamados a participar el próximo domingo, las afirmaciones que anteriormente he citado cobran especial relevancia, porque nos jugamos cómo queremos que sea el futuro de la UE y, por tanto, cómo queremos que sea el futuro de múltiples cuestiones en nuestro país.
El 9 de junio está en juego el modelo de Unión Europea que queremos construir. Sí, porque la construcción de la UE está en nuestras manos con un gesto tan sencillo, pero a la vez tan trascendental, como el de introducir nuestro voto en la urna el próximo domingo. Un panorama en el que se hace imprescindible movilizar hasta el último voto progresista. Porque lo que hay al otro lado del espectro político, da miedo:
Hay partidos que, desde su euroescepticismo por bandera, harán todo aquello que esté en sus manos para intentar socavar desde dentro los pilares mismos de la integración.
Hay otros partidos, los de la ultraderecha, cuyas cartas de presentación ya no hay que ir a buscarlas a países como Hungría o Italia, ni a las propuestas de Le Pen en Francia: basta repasar la gestión en centenares de Ayuntamientos de nuestro país, en la Junta de Castilla y León o en la Generalitat Valenciana, por poner solo algunos ejemplos, donde el partido de extrema derecha de nuestro país condiciona plenamente al Partido Popular.
Y tenemos a otros partidos, los de la derecha más tradicional, que lejos de suavizar y centrar sus propuestas, han apostado por radicalizar su discurso. Y en una clara maniobra de nadar y guardar la ropa, esa radicalización a la caza del voto más extremista, nos les impide poner ojitos a la ultraderecha en una declaración de amor con la mirada puesta en los acuerdos y pactos que sean menester. Unos pactos que siempre van a suponer merma de derechos y retrocesos sociales y que darán al traste con lo mucho que hemos avanzado hasta ahora.
Ante este panorama, la movilización del voto progresista es fundamental para frenar al anti-europeísmo, para no cercenar la Europa social y para impulsar avances en libertades y derechos.
Porque lo que votamos el domingo es el futuro de la UE. El futuro de España, también, sí, pero en el marco de la UE. Digo esto porque en el Partido Popular se empeñan en hacer de estas elecciones al Parlamento Europeo unas elecciones generales. Buena muestra de ello es que están basando su campaña en el tándem Ayuso-Feijóo, escondiendo a su candidata Dolors Montserrat, y que no se han tomado nada en serio la preparación de sus propuestas, porque lejos de presentar un programa, han dado a conocer un mini panfleto de pocas páginas y soflamas poco concretas.
Algo que contrasta con el completo y trabajado programa del PSOE, con propuestas concretas en todos los ámbitos. Un programa con un claro espíritu: “necesitamos un grupo socialista europeo y español fuerte para liderar nuevos avances sociales, consolidar los actuales y no permitir ningún retroceso”.
Europa no está lejos. Ni Bruselas ni Estrasburgo son entes abstractos donde se deciden cuestiones que no nos afectan. Eso es precisamente lo que algunos quieren que pensemos, pero nada más lejos de la realidad.
Lo que se decide en Europa se ejecuta y tiene repercusiones en España, en Segovia y en cada uno de los lugares desde los que usted pueda estar leyendo esto. Y el domingo nos jugamos en manos de quién dejamos nuestro futuro: si de los que apuestan por más Europa, más derechos sociales, más avances, más integración y más fortaleza; o de los que apuestan por todo lo contrario (aunque algunos no se atrevan a decirlo con claridad y contundencia).
El domingo, yo votaré por Más Europa. Porque no quiero dejar mi destino en manos de quienes dicen “más muros y menos moros”; de los patriotas de pacotilla; de los que han votado en nuestro país en contra de subir las pensiones, el Salario Mínimo Interprofesional o las becas; de los que añoran otros tiempos cuando no se podía ir a votar en libertad; o de los que intentaron torpedear la puesta en marcha de los fondos europeos y su llegada a nuestro país, y ahora se jactan de ellos.
El domingo yo votaré con la zurda. El domingo yo votaré PSOE.
Y…. creo que en mi próxima reflexión hablaré de aquello del “demasiado mariconeo en los seminarios” …porque…¡Santo Dios, cómo está la Santa Madre Iglesia!.
Rubén García de Andrés