Este jueves, como cada 31 de octubre desde 2022, se conmemora el Día Internacional de recuerdo y homenaje a las víctimas del franquismo. En concreto, la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, recoge en su artículo 7 que “se declara el día 31 de octubre de cada año como día de recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura”.
Un día de memoria y reconocimiento; un día para aportar un recuerdo sanador, un homenaje reparador; muy lejos de lo que los herederos ideológicos de la dictadura franquista, hoy presentes en instituciones democráticas, quieren ensuciar hablando de reapertura de heridas y discordia.
Ese vergonzoso intento de ensuciar una memoria y una reparación que ve llegando, tarde, pero va llegando.
En este contexto, el pasado sábado, asistí en la Sala Expresa, a un acto sobre “Testimonios de la posguerra”, organizado por Juventudes Socialistas de Segovia, que podría calificar de emotivo y esclarecedor, pero también de desgarrador.
Escuchar los testimonios de María Antonia, Juan Andrés y Ángela fue duro. No sólo por lo que narraron con palabras y nos transmitieron con su lenguaje no verbal, sino porque esos testimonios evidencian lo injusto, desgarrador y peligroso que es que nuestro país olvide la negra etapa de una guerra civil provocada por un golpe de estado y la posterior dictadura.
La visión de una mujer que quiso deshacerse de las ataduras que le imponían quedarse en el pueblo y ser una esposa sumisa, para lograr formarse como profesional de la Enfermería y ayudar a otras mujeres. La lucha por la libertad de expresión y de prensa de un joven con un entorno familiar no tan marcado por la represión política pero que veía ahogada por la censura y la manipulación su sed de conocimiento, libertad y pluralismo. La devastadora historia de una niña que ve cómo arrestan a su padre a quien jamás vuelve a ver y sufre junto a su madre y sus hermanos el destierro y a la que incluso roban su nombre, “Armonía”, para imponerle ese “Ángela” con el que oficialmente la designaron para siempre.
Tres historias muy distintas, de diferente calado, pero que esbozan a la perfección una época triste y oscura de nuestra Historia. Una parte de nuestro pasado que, durante muchos años, demasiados, fue contado solo desde un punto de vista; sin derecho a réplica, ahogado y silenciado.
Tres historias en un lugar cuyo significado no puede ser más elocuente: la sala Expresa, en el complejo que conforma la antigua cárcel de la ciudad de Segovia, lugar de represión convertido hoy en La Cárcel-Centro de Creación, lugar de expresión artística y libertad. Un complejo que acoge también un Memorial Democrático cerrado a cal y canto por obra y gracia del PP al frente del Ayuntamiento de Segovia. Triste evidencia de lo mucho que queda aún por hacer mientras haya un solo responsable político en este país que cierre puertas y apague la luz de un lugar de Memoria y defensa de la Democracia, en lugar de abrirlas para que se conozca un pasado que jamás debió haber ocurrido y para que se ponga en valor ese sistema democrático que hoy les permite gobernar y dirigir una institución.
En esta semana coinciden el día de recuerdo y homenaje a las víctimas de la guerra y la dictadura con la tradición en torno al recuerdo y homenaje a los difuntos. Seremos muchos, yo uno de ellos, quienes acudan a la tumba de nuestros seres queridos a decirles que les seguimos queriendo, que les echamos de menos y no les olvidamos. Unos lo harán movidos solo por la tradición y otros, como yo, movidos por la tradición y la Fe.
Solo le pido, amigo lector, una cosa: póngase en el lugar de una persona que esta semana no tendrá la oportunidad de ir a la sepultura de su padre, de su madre, de su abuelo, de su abuela, de su amigo…porque esa sepultura no existe, porque esa madre o ese abuelo sigue en una fosa, o en una cuneta…porque no hay lugar donde llevarle unas flores, rezarle una oración o encender una vela… porque el odio y la barbarie llegaron al extremo de privar a miles de personas de una sepultura digna. Solo le pido eso, amigo lector de #YoYMisCosas….
Rubén García de Andrés