Sobrevivir

No se puede por menos que alzar la voz, y en este caso la pluma para iniciar un basta ya ante la tardía reacción de nuestros representantes políticos ante los hechos devastadores producidos en las provincias de Valencia y Albacete. Aprovecho la ocasión, como no puede ser de otra forma, para él envío de mis condolencias y apoyo a los afectados.

Lo he reiterado varias veces la poca o nula exigencia que procesamos a los representantes públicos para su quehacer habitual y para cubrir riesgos ante cualquier suceso. Al contrario, por ejemplo, que ante problemas de salud rápidamente se solicita un buen profesional; cuando llega el momento de atender otro tipo de necesidades y más de forma urgente, casi siempre y por tintes políticos se retrasa la efectividad. Y si a eso unimos, que en muchas ocasiones aquellos representantes no demuestran su capacidad a tales efectos, los resultados se los pueden imaginar, funestos.

Me encontraba en estos momentos reflexionando sobre la supervivencia de los jóvenes ante el mercado laboral y siendo consciente del éxodo de los miles de jóvenes españoles que anualmente y después de haber obtenido una formación adecuada, se trasladan a ejercer sus funciones a otros países donde por sus conocimientos unas veces y otras por su experiencia, son demandados.

Ni que decir tiene que sería interesante que nuestros representantes políticos fueran demandados por nosotros los administrados, en función de sus conocimiento, formación y experiencia. Lamentablemente no es así. El sistema no exige los requisitos enumerados para detentar cualquier responsabilidad pública y capacidad para reaccionar ante cualquier eventualidad y mucho menos si esta es de carácter inmediato.

Está demostrado que la educación debe comenzar en el seno familiar y la formación en cada uno de los estratos que reglamentariamente establecidos. De cualquier otra forma, que parece empieza a ser costumbre, la tan ansiada excelencia que se presume no existe en muchos de los organismos públicos y privados existentes. Y menos cuando de lo que se trata muchas veces es llegar a fin de mes en la gran mayoría de los cargos, dejando los pingues beneficios para unos pocos, los más avezados.

En lo privado, la supervivencia radica en salir en la foto aprovechándose de la pericia del prójimo que le sirve sin rechistar ante la amenaza de perder su puesto de trabajo. Y en lo domestico, tratamos de sobrevivir, con un mayor endeudamiento personal, fomentando el “coliving” (piso compartido) como forma de vida diaria, con una mayor presión fiscal y esperando a que llegue cada una de los eventos festivos como terapia, aunque tengamos que soportar la masificación turística, sin olvidar que contamos con una compañera de viaje infalible, la inflación.

Muchas personas ya se encuentran en esa situación y si alguno de ustedes esta próximo, no se preocupe será bienvenido al club. Al club de la supervivencia.

Mario Sastre de la Calle

Economista

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