Si quiere usted arruinar una alegre reunión con sus amigos, pregunte muy serio a la concurrencia ¿Qué opináis sobre el calentamiento global? ¡Ya la ha liado! Si sus colegas son personas civilizadas, educadas e instruidas, puede que la cosa no termine con algunos encerrados en el calabozo, tras ser atendidos en el dispensario por contusiones varias. Si se mueve por ambientes menos civilizados, no se lo recomiendo…
Luis Miller, científico titular del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, en un informe de 2022 titulado “Radiografía de las divisiones y consensos de la sociedad española en torno al cambio climático”, expresaba de este modo sus temores: “España está actualmente en vías de polarización política. […] A medida que este fenómeno se acentúe, el cambio climático será una pieza clave al respecto”.
Desde mi perspectiva, la fractura que Miller temía en 2022 nos ha alcanzado plenamente a finales de 2024, superando cualquier previsión que el eminente sociólogo hubiera calculado. En España venimos recorriendo el camino de la división desde hace tiempo, asignando etiquetas, creando muros, dibujando líneas rojas, eliminando intermediarios y alejando a los ciudadanos de las fuentes de conocimiento.
Cada grupo se alimenta de lo que su propia gente dice. Poco a poco han ido viendo a cualquiera que no comulgue con su fe como equivocado primero y malvado, al que combatir, después. Dada esta situación, se hace imposible cualquier acercamiento o consenso, el abismo que separa las aparentemente diferentes posturas es infranqueable… ¿O no?
En el artículo “La toma de decisiones ambientales en tiempos de polarización”, publicado en abril de 2023 en la revista Annual Reviews, los autores defienden que, cuando agrupamos al azar personas diferentes, que no se conocen previamente, procedentes de grupos diversos, incluso antagónicos, y les proponemos temas de debate coordinados por expertos solventes, estas personas tienden a aumentar su nivel de cooperación después de discutir tranquilamente sobre los problemas ambientales y las posibles soluciones que requieren.
En definitiva, las personas tienden a colaborar espontáneamente y a centrarse en el objetivo cuando actúan individualmente, libres de la influencias externas, no como peones o miembros de un grupo político, religioso o deportivo.
Tras la reciente catástrofe en España, ha podido verse cómo miles de personas de toda procedencia, ideología, edad, sexo, raza, nacionalidad, posición o titulación académica, se han arremangado y han colaborado hombro con hombro para ayudar a los que han perdido todo, sin mirar quiénes eran aquellos que recibían su ayuda. Mientras, otros se han subido a los púlpitos y se han dedicado a predicar a los cuatro vientos sus evangelios conspiranoicos, señalando con el dedo acusador a tirios y troyanos, repartiendo culpas, sin dar ejemplo ni manchar sus zapatos de barro.
¿Cuántas veces ha oído a los que niegan la realidad de la crisis climática eso de que ha habido otras riadas, que siempre hubo inundaciones, que el clima es cíclico, etc.? El debate sobre el clima es necesario y sano, pero sería bueno que ocurriera en los foros científicos y que la sociedad y los políticos que elegimos para regir nuestras vidas se dejaran impregnar de él, sin convertirlo en un arma arrojadiza, que solo pretende ocultar lo evidente, que ni los líderes de los creyentes ni los dirigentes de los detractores han hecho nada útil para prevenir sus consecuencias.
España no es un país compuesto de creyentes frente a infieles del cambio climático, no es un país de rojos contra azules ni de hombres contra mujeres. Ser del Barça o del Real Madrid es una opción personal que no invita de ordinario a odiar al prójimo. España es una nación conformada por millones de personas dispuestas a salir a la calle con una escoba para barrer el local del vecino, sin pensárselo dos veces, solo porque el otro lo necesita.
Le diré lo que pienso sobre el cambio climático, soy licenciado en Biología y Geología, he procurado estudiar este asunto, entenderlo y conocerlo. No le daré la lata con datos y detalles, solo apuntaré que el 97% de la comunidad científica mundial avala el hecho de que la aceleración y crecimiento en magnitud de las alteraciones climáticas se debe a la actividad humana, y que sus repercusiones, a corto y medio plazo, pueden ser terriblemente catastróficas, eso creo.
Pero también creo que, mientras perdemos el tiempo en controversias, pasan los años, las décadas, sin que infraestructuras hidráulicas fundamentales, que hubieran evitado una gran parte de los efectos de la DANA, se pongan en marcha ni en Valencia, ni en ningún otro sitio; permaneciendo los proyectos en los cajones de las diferentes administraciones, durmiendo el sueño de los justos por no haber parecido electoralmente rentables al candidato de turno.
Y al final resulta que los que gritan a los unos: ¡Esto es consecuencia del cambio climático!, y los que espetan a los otros: ¡Siempre ha habido inundaciones!, están curiosamente de acuerdo en que tarde o temprano los barrancos se inundarán de nuevo, y ambos bandos serán corresponsables de no haber movido un dedo para prevenir las consecuencias, mientras los ciudadanos corrientes siguen repartiendo agua entre los afectados.
¡Dejad de predicar y empezad a dar trigo!
Javier López-Escobar