Una ración de historia: Reina de Castilla ¿Juana o Isabel?

Este próximo viernes 13 de diciembre se celebra, ahora sí, el 550 aniversario de la proclamación de Isabel como reina de Castilla. No me gustaría que pasara esta fecha sin hacer una reflexión sobre este personaje histórico, ubicado en el último cuarto del siglo XV, con el fin de acercar la historia y tener una visión muy general de la ciudad en aquel momento.

Borren de su mente las imágenes que todos pudimos ver el primer fin de semana del mes de octubre pasado, orcos incluidos, que poco o nada tuvo que ver con los hechos históricos y la imagen de la ciudad en 1474.

Segovia destacó en el siglo XV por su floreciente industria textil, especialmente en la producción de paños de lana. La ciudad se benefició de su ubicación en rutas comerciales importantes y de la calidad de su lana, proveniente de ovejas merinas. Los gremios de artesanos, como tejedores, tintoreros y tundidores, desempeñaron un papel crucial en la economía local. Aún queda reflejo de varios de estos oficios y elementos vinculados con la industria textil en el callejero de la ciudad: la plaza de la Rubia o las calles de los Cardadores, de los Tejedores o la de Ortiz de Paz. La producción textil no solo abastecía el mercado interno, sino que también se exportaba a otras regiones de Europa, contribuyendo a la riqueza y prestigio de Segovia. Muchas familias nobles se enriquecieron gracias a esta industria e hicieron de la ciudad un referente no solo en tejidos, sino también en arte y cultura.

El Renacimiento castellano fue en gran parte promovido por Enrique IV, un auténtico mecenas del arte, la cultura y la industria en Castilla. Su figura fue relegada de manera interesada desde bien temprano incluso por su propia hermana Isabel como consecuencia de los intereses dinásticos, pero el legado de este monarca es innumerable, valgan como ejemplos diferentes conventos y monasterios de la ciudad como San Antonio el Real o el Parral.

Enrique IV, señor de Segovia, así nombrado por su padre Juan II en 1440, deseaba mostrar su poder regio dotando a la ciudad de edificios públicos y privados representativos del poder y prestigio real, haciendo de la ciudad la capital del reino “extraoficialmente”.

Su muerte, el 11 de diciembre de 1474, dejó el reino tambaleando sin un heredero claro después de muchos años de conflicto para determinar quién relevaría al monarca. Por un lado, estaba su hija Juana, con tal solo de 12 años. Entre la nobleza interesada, se decía que Juana no era hija biológica de Enrique, sino que lo era de Beltrán de la Cueva, de ahí su nombre. Por el otro lado estaba su hermana Isabel. Ambas mujeres con poder que jugaron bien sus cartas, aunque finalmente fue Isabel quien ganó la partida.

La decisión dividía a la nobleza castellana, cada bando defendía principalmente sus intereses económicos y alianzas con otros reinos.  La elección de Juana, casada con el rey de Portugal, significaba consolidar el control sobre la costa atlántica de África, disputada entre ambos reinos; mientras el matrimonio de Isabel con el heredero de la corona de Aragón –que sería conocido como Fernando el Católico– era una apuesta por la influencia en el Mediterráneo.

Ese fue el contexto de una coronación tal solo dos días después de la muerte de Enrique. Isabel, presente en Segovia, de la mano de la nobleza con intereses en Aragón y el Mediterráneo, desfiló por las calles de la ciudad desde el Alcázar hasta la iglesia de San Miguel. En medio de tensiones políticas y conflictos con los partidarios de su sobrina Juana, Isabel se proclamó reina en la iglesia románica de San Miguel, la que ocupaba el lugar más alto y destacado del recinto amurallado y que estaba ubicada ente el quiosco de música de la plaza Mayor y la actual iglesia con el mismo nombre. Un templo del que apenas queda testimonio escultórico custodiado en el portal de acceso al edificio actual y del que sabemos tenía unas proporciones similares a la iglesia de San Millán por los restos arquitectónicos enterrados bajo las losas de granito de la plaza.

La ciudad fue testigo de la determinación de Isabel y de su visión para unificar y fortalecer Castilla, dejando de lado a la hija de su hermano, Juana. Apoyada por una facción de la nobleza castellana y por el rey Alfonso V de Portugal, Juana representaba una amenaza significativa para Isabel, que derivó en la guerra de sucesión castellana (1475-1479), un conflicto marcado por batallas y alianzas cambiantes, culminando en la derrota de Juana y su retiro a un convento en Portugal hasta su muerte en 1530.

La coronación de Isabel la Católica en Segovia fue un evento que cambió el curso de la historia. La ciudad, con su rica herencia cultural y su papel crucial en este acontecimiento, sigue siendo un testimonio clave sobre en todos estos acontecimientos del pasado. Segovia no solo fue el escenario de una coronación, sino también el punto de partida de un reinado que dejó una marca indeleble en la historia.

Es una lástima que todo este legado, histórico y patrimonial, pasara totalmente inadvertido en los actos del mes de octubre, pero como dice el refrán “donde no hay, no roban”. No se puede pedir que pese más la historia, que el circo, a un gobierno municipal que no tiene ni la sensibilidad, ni la formación, ni la más mínima intención de aprender sobre la verdadera riqueza de la ciudad, nuestro pasado. Pero, lamentablemente, como dijo Cicerón “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” y Mazarías y los suyos parece que aún les queda mucho camino que recorrer en la materia.

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