Escribo esta reflexión cuando 2024 está apurando sus últimas horas y 2025 está llamando a la puerta de nuestras vidas. Tras la resaca navideña y a la espera de las campanadas de fin de año (que yo por supuesto voy a ver con Broncano y Lalachus), quien más y quien menos piensa ya en los propósitos de cara al Año Nuevo: que si la dieta, que si el gimnasio, que si aprender a decir no, que si pasar olímpicamente de aquello que nos fastidia…
Propósitos que, en la mayoría de los casos, se desvanecen con la cuesta de enero y se dejan, si acaso, para el año siguiente.
Yo, querido lector, más que en propósitos, ando pensando en expectativas. Quienes me conocen saben que soy más bien pesimista, pero es que el cuerpo me pide mirar al futuro con optimismo, porque si no…
Y entre esas expectativas, deseos, o como quiera usted llamarlo, ocupa un lugar destacado en mi lista acabar en la medida de lo posible con cuestiones tan protagonistas de 2024 como la radicalización, la desinformación, los bulos, el descrédito de la política y la justicia, o la aceptación y respaldo social a posiciones ultramontanas de incierto y peligroso modus operandi.
A estas alturas de mi reflexión ya habrá pensado usted, querido lector, que, en lugar de transitar desde mi pesimismo vital hacia el optimismo, me estoy convirtiendo en un iluso. No sé yo…
Al fin y al cabo 2025 puede ser año de esperanza:
Porque espero que quienes usan el insulto, la falta de respeto, la mentira y el engaño como base de su discurso político, dejen de pensar que, por el mero hecho de que sus adeptos sociales y mediáticos les aplaudan enfermizamente, les asiste la razón o estén haciéndolo fetén. Y así dejará de ensuciarse el nombre de la política.
Porque espero que no se siga dando pábulo a las noticias inventadas, ni se sigan escribiendo titulares e informaciones trufadas de malintencionadas imaginaciones, y que se cierre la puerta a quienes se consideran periodistas por el mero hecho de escribir o hablar en soportes que están lejos de ser medios de comunicación. Y así dejará de ensuciarse el nombre del periodismo.
Porque espero que todos y cada uno de nosotros seamos capaces de ejercer con responsabilidad y respeto el sano y democrático ejercicio de la libre expresión de nuestras opiniones y la defensa de nuestros valores. Con responsabilidad y respeto, insisto.
Al fin y al cabo 2025 puede ser año de Esperanza. Debe ser año de Esperanza para nosotros, los creyentes. Porque a esto nos ha llamado el Papa Francisco, a ser Peregrinos de Esperanza. Y yo me sumo a esta peregrinación deseando fervientemente que la primavera siga abriéndose paso en la Iglesia mediante esperanzadores rayos de luz gracias a las decisiones, unas silenciosas y otras bien conocidas, tomadas por Francisco.
Y deseando fervientemente que el próximo mes de enero la primavera llegue también a la Iglesia diocesana de Segovia de la mano de nuestro nuevo Obispo, don Jesús. Que esta diócesis tiene necesidad de luz después de tanta oscuridad; de agua fresca, después de tanta sequía; de ventanas abiertas, después de tanta cerrazón; de un Buen Pastor, después de…
Amigo lector, brindo con usted por un 2025 repleto de buenas noticias, de consolidación y ampliación de derechos y avances sociales, de fortalecimiento de nuestras libertades ante los cafres ultramontanos, de éxitos personales y de esperanza, de mucha esperanza. ¡Feliz 2025!
Rubén García de Andrés
Aún no estando de acuerdo en algunas cosas, siempre es una delicia leerte y más todavía escucharte, un abrazo y feliz año amigo.