Epifanía de los Reyes

La llegada de unos magos venidos desde oriente en pos de una estrella, preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarle», se relata únicamente en el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo. Hay que acudir al Antiguo Testamento para encontrar alguna referencia profética a Reyes que se postrarán ante Él.

No aparece ninguna otra mención en las escrituras canónicas, pero sí en los llamados evangelios apócrifos, donde se encuentran diferentes referencias a magos persas que ofrecen dones de oro, incienso y mirra. «Alguien opinó que fueron tres, según el número de los dones, otros dijeron que eran doce hombres, hijos de sus reyes; y otros aseveraron que eran diez, de estirpe real y acompañados con un séquito de cerca de mil doscientos hombres».

En otro de esos textos puede leerse que: «Entonces tres príncipes visionarios, de entre aquellos magos, precisamente los hijos del rey de Persia —según el Protoevangelio de Santiago—, tomaron cada uno tres libras de las tres sustancias preciosas y, vestidos con sus ropas de ceremonia y tocados con su tiara, emprendieron el viaje a Jerusalén guiados por el ángel».

Sea como fuere, mañana, 6 de enero de 2023, la iglesia católica celebra desde el siglo III la “Epifanía de los Reyes” o Adoración de los Magos al Niño Jesús, precedida por la no tan antigua pero ya muy arraigada costumbre de celebrar una vistosa cabalgata y obsequiar con regalos a niños y mayores, que se depositarán junto a sus zapatos esta noche, sin olvidar un poco de agua y pan para los camellos, y una copita de licor y dulces para los que tratan de atender las peticiones de millones de cartas cuyo inicio rezaba: «Queridos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar…», nombres que aparecieron por primera vez en un mosaico del siglo VI, sito en la basílica de San Apolinar el Nuevo, en la ciudad italiana de Rávena.

El término griego «epifanía» significa manifestación. Según la tradición católica, la presencia de los Magos en Belén es la primera revelación del Salvador recién nacido al mundo pagano. Este es uno de los matices de esa historia que frecuentemente el común de los mortales pasa por alto, pero creo que es de una importancia enorme, pues significa el paso de una religión practicada en exclusiva por un pueblo mesiánico, el pueblo judío, a ser ofrecida universalmente a todos los nacidos de Eva. La epifanía de los Reyes nos hace iguales.

Puedo sentir cómo resuena en su cerebro cierto mosqueo por el tono de homilía que parece estar tomando el artículo de hoy, aparentemente alejado de la política. Así que, para su tranquilidad, le diré que mi intención es, precisamente, hablar de política. Porque, ¿Qué mejor fuente de conocimiento para analizar la azarosa situación por la que atravesamos que los textos escritos hace casi dos milenios, leídos, releídos, interpretados y reinterpretados por generaciones precedentes?

Lo que se celebra mañana es la unidad de todos los pueblos en torno a la Verdad revelada, al Niño nacido en un pesebre en Belén, alejado de la pompa y ceremonia de los príncipes que hoy rigen nuestros destinos.

Celebramos lo que nos une, disfrutamos juntos de cabalgatas y regalos, por más que algunos se resistan a participar y renieguen de estas tradiciones, oponiendo todo tipo de argumentos inútiles sobre los solsticios o las saturnales. Al final terminarán recibiendo también algún presente envuelto en papel de regalo de cualquier pariente, amigo o vecino.

Quizá sería bueno pararse mañana a pensar en lo vivido en 2024, año marcado por la polarización hasta el punto de que la brutal desgracia de la DANA, lejos de servir como sería de esperar para fortalecer nuestra unión en el remedio y socorro de los afectados, se ha convertido en un campo de batalla más para que los incompetentes líderes, en cuyas manos hemos puesto la gestión de lo común, se arrojen todo tipo de improperios en un espectáculo bochornoso.

Mañana es un día excelente para dar la espalda a todos aquellos que solo buscan mantener sus posaderas en un sillón a cargo del erario, sin mérito que acreditar para merecer tal prebenda, y empezar a buscar lo que nos une.

Menos celebraciones del fallecimiento de muerte natural, en su cama, de un dictador y más festejar y reivindicar el proceso constitucional que se hizo de la mano de creyentes y paganos, en torno a un ideal común de democracia y convivencia, superador de conflictos y sanador de heridas.

Empecemos a poner las cosas en orden para volver a encontrar la luz de la estrella que guio a los Magos lejos del palacio de Herodes. Y quien dice Herodes…

Javier López-Escobar

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