El Diccionario de la Lengua Española define involución como “Detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, económica, etc.”. Y señala como sinónimo el sustantivo regresión.
Retroceso y regresión es lo que, lamentablemente, estamos viviendo en nuestra sociedad.
Y no hablo solo, que también, de la llegada a la presidencia de Estados Unidos de un extremista de tomo y lomo como es Trump. Allí, al otro lado del Atlántico, este peligroso mandatario ha empezado ya a revertir algunos de los avances logrados durante el mandato de Biden y ha comenzado ya las primeras deportaciones de inmigrantes. Pronto cumplirá también sus promesas/amenazas arancelarias. Seguro que sus amigos de aquí, los del partido verde de ultraderecha, que tanto dicen defender, por ejemplo, al campo español, alzarán la voz contra el extremista Trump por los efectos negativos que esos aranceles tendrán para nuestros productores.
Hablo también de la peligrosa regresión que estamos viviendo aquí, mucho más cerca, entre nosotros. Desde hace ya varios años venimos observando cómo con el auge y ascenso de la extrema derecha política, aupada por la extrema derecha mediática, está logrando el envalentonamiento de la extrema derecha social.
Con la entrada del partido verde de ultraderecha en las instituciones, se ha hecho ya común la imposibilidad, por ejemplo, de aprobar una Declaración Institucional en días como el 8M, 25N o el día del Orgullo LGTBIQ+. Consensos con claras derivadas sociales que empiezan por romperse en las instituciones y acaban por dañarse en la sociedad.
Y ese daño en la sociedad se refleja en esas conversaciones de bares que ya habían pasado a la historia… esas conversaciones machistas, racistas y homófobas que, entre todos, habíamos logrado desterrar. Pero están de vuelta, porque se sienten, otra vez, respaldados y envalentonados.
Por eso han vuelto también los dedos acusadores e inquisidores. Esos que se atreven a señalar, con desprecio, al vecino. Esos que, sin mirarse al espejo ni mirar cómo tienen su casa y su corazón, se atreven a despreciar, injuriar y señalar al de al lado.
Y por desgracia, han vuelto también quienes dan credibilidad a esos dedos acusadores e inquisidores. Así, a las primeras de cambio. Sin comprobar ni contrarrestar. Y sin medir las consecuencias. Y luego, claro, se echan las manos a la cabeza, se hacen los ofendidos y llegado el caso hasta se auto convierten en víctima de un proceso acusador que han azuzado.
Ante ello no cabe otra que alzar la voz. Seguir defendiendo, contra viento y marea, los avances que tanto ha costado alcanzar. Seguir defendiéndolos con fuerza, vehemencia y sin complejos. Y seguir defendiéndolos con respeto; con ese respeto que los extremistas y los involucionistas no tienen.
Jamás me he puesto de perfil. Ahora menos. Pase lo que pase y le pese a quien le pese.
#YoYMisCosas
Rubén García de Andrés