Púberes

¿No tiene usted la sensación de que últimamente el gobierno le trata como si fuera un púber infante, apenas letrado, con el cerebro sin pulir y la capacidad de raciocinio poco desarrollada?

Lo cierto es que si tiene esa sensación es señal de que posee cierta madurez, que ha leído más que la media, que sus neuronas hace tiempo que están acostumbradas a elaborar pensamientos de cierta complejidad, es autónomo para gobernar su vida y su inteligencia es suficiente, al menos, para resolver un sudoku de los difíciles.

Seamos sinceros: quien aplaude a la lenguaraz vicepresidenta primera del gobierno mientras hace equilibrios en el atril para explicar lo injustificable, probablemente no sigue leyendo esto. Tampoco quien acepta que gesticule y retuerza el lenguaje dirigiéndose a la audiencia como si fueran párvulos. Esas personas, si son tan simples como la política los considera, a menudo no pasarán del titular. Ya estarán distraídos viendo un meme en TikTok de un gatito rodando por las escaleras y cayendo de pie.

Usted es diferente, como demuestra el hecho de que sigue leyendo este artículo y quizás comparte mi inquietud. No quiero pecar de elitista –puedo estar equivocado–, pero parto de que usted es una persona madura, toma sus propias decisiones y no necesita la “pedagogía” con la que esta caterva de políticos quiere embaucarle. Y sé que no soy el único: ¿quién no siente un escalofrío al oír el refrito que sale por la boca de la nueva líder del PSOE andaluz para animar a los suyos, ignorando de un plumazo la presunción de inocencia?

¿Por qué se empeñan, cada vez con más ahínco, en tratarnos como a púberes? Me temo que la respuesta es simple: han hecho cálculos. Parecen haber comprobado que hay suficientes personas receptivas a ese trato infantil como para que les merezca la pena dirigirse así a ellas. En cambio, consideran que mostrar respeto a quienes tenemos dos dedos de frente y hemos madurado no les da rédito electoral. Por eso, simplemente, nos desprecian.

El respeto ha caducado, se extiende la infantilización de la política, el paternalismo está de moda, las emociones han ocupado el lugar de las ideas. La inteligencia está muy poco valorada, nadie invierte en ella, y no sólo por María Jesús Montero, personaje público que solo empleo en este artículo como excusa por ser notable su conducta, sino que parece ser algo universal.

Escuchar a Donald Trump, a Milei, a Maduro o a Sánchez… es lo mismo. Ver cómo agitan el sonajero mientras hacen cucamonas a sus fieles para mantener su atención es aterrador. Sus discursos, cuando no dicen verdaderas barbaridades, están llenos de vaguedades, lugares comunes, tópicos manidos, frases hechas, proclamas de usar y tirar y apelaciones al miedo a enemigos imaginarios frente a los que ellos son la única salvación.

Alguien con más ingenio y menos perezoso que yo encontraría fácilmente mil paralelismos entre los cuentos clásicos para niños y el lenguaje político al uso. No es difícil ver el parecido entre las intervenciones desde los atriles y los cuentos clásicos para niños. Las fábulas que usan para convencernos de mantenerlos en el poder siguen la misma lógica que las historias infantiles. Su función es parecida: distraer, corregir, someter o, simplemente, adormecer para que no causemos problemas.

De vez en cuando mi esperanza en que esto mejore flaquea, y supongo que a usted le pasará algo parecido, pero, como yo, sabe que no nos podemos permitir rendirnos, y menos si tenemos hijos o nietos. A mí, al menos, me molesta ese desprecio a los ciudadanos y me da cierto miedo pensar que pudiera ser verdad lo que ellos suponen, que los tontos son legión, pero ¡no es así!, la mayoría de los ciudadanos es mucho más madura e inteligente de lo que ellos pretenden. Tenemos que protestar, actuar y rebelarnos.

En 2019 UNICEF se interesó por las opiniones políticas y sociales de más de 8500 niños y adolescentes de toda España y concluyó que niños y niñas manifiestan altos niveles de desconfianza tanto en las instituciones gubernamentales como en los representantes políticos. ¡Hay esperanza!

Al final escampará, pero mientras conviene ir contrarrestando tanta palabrería y aprovechar cualquier ocasión para decirle a los que nos rodean que igual no somos tan tontos como quieren hacernos parecer. Hay que nadar contra la corriente, no desesperar, que de peores hemos salido. Y cuando llegue el momento, votar en verdadera libertad, sabiendo lo que se vota.

Javier López-Escobar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *