Antes que nada. Acabo de terminar un libro del que ya les hablaré, donde he leído el concepto “Republicanización” de las instituciones. Sobre todo de la justicia. El régimen de la II República no podía estar apoyado en unos funcionarios judiciales “enemigos tradicionales”. Para dictar justicia de clase no hacen falta magistrados reaccionarios. Basta con un panadero, que no importa que no sepa leyes, con tal que sepa lo que es la revolución. Todo esto impregnaba la Ley Casanueva y otras de ese periodo. Aunque parezca mentira, todavía hay gente de izquierda que presume. Lo del panadero es actual, sirva el ejemplo de esa choni y palurda vicepresidenta criticando a los jueces. Vita pergit.
David Uclés, de 34 años, natural de Úbeda (Jaén) publicó el año pasado 2024 una novela titulada “La península de las casas vacías”, una auténtica obra de arte, un libro que será un clásico, una de esas novelas que se escriben cada 50 años. En esta ocasión no les recomiendo que la lean, en esta ocasión no les digo que disfruten, que merece mucho la pena, que, … en esta ocasión les “ordeno” (si se me permite) que la lean, sin excusas. Me lo agradecerán. Y ya está, léanla en un libro de papel, de verdad, el digital es otra cosa. Al menos a mí me lo parece.
Y ya está.
Y es que no sé qué decirles. Porque, si les digo que es una novela sobre la guerra civil, una novela que abarca toda la guerra, ustedes me pueden decir ¡otra maldita novela sobre la guerra civil! Y es verdad, haría la número cien mil.
Si les digo que es “distinta”, tampoco les animo, muchas novelas sobre la guerra civil se presentan como distintas.
Cualquier cosa que les cuente de su argumento, pasaría lo mismo, es una novela que relata la vida de una familia andaluza compuesta por unos padres y siete hijos y cómo van pasando la guerra y muriendo de diversas maneras. Infinitas novelas sobre la guerra civil hablan de lo mismo.
Si les cuento que dos de sus hijos se van al frente, uno con cada bando y que hay un final entre ellos potente narrativamente hablando, pues tampoco avanzamos, siguen siendo miles de novelas sobre la guerra civil las que tienen tramas parecidas.
Les puedo contar que en la novela se relatan la mayoría de las batallas y acontecimientos más importantes que sucedieron y que se relatan con toda la crudeza. Pero tampoco justifica el comienzo de este comentario, muchas novelas sobre la guerra civil abordan estos temas. Entonces ¿qué les digo?
Les puedo decir que esta novela está escrita con el estilo del “realismo mágico”, sí, el de Gabriel García Márquez principalmente. Esto ya la pondría como muy especial. El realismo mágico sobrevuela toda la novela, sólo un ejemplo que nos “toca”. En la novela, muy hacia el final de la guerra, Segovia está en manos nacionales y el ejército rojo intenta conquistarla. El bando nacional para evitar que los bombardeos puedan destruir el acueducto, da la orden de que cada mujer segoviana se lleve a su casa una de las enormes piedras del acueducto y así lo hacen y la batalla termina y el acueducto se salva. Franco se entera de que además de la victoria, el general Mola ha muerto en un accidente de aviación y lo celebra comiéndose dos cochinillos él solo.
Otra cosa única de esta novela sobre la guerra, es el narrador. No sé muy bien qué decirles, el narrador “interviene” en la acción, habla con los personajes, interactúa con el lector, recomienda música, canciones. Llega hasta citarse con Franco y tiene una conversación con él.
Con todo lo anterior, parece claro también el sentido del humor que planea por toda la novela, pero es sólo un estar por ahí, porque la novela es dura, narra momentos de la guerra con toda su crudeza y es toda en el tono serio que el tema requiere. Pero es que la novela es mucho más, es todo. Es una obra maestra.
Ahora ya sí que estoy en condiciones de decirles porqué es una novela única. Es algo excepcional, que tienen que leer sí o sí, porque si no se van a arrepentir y cuando todo el mundo hable de ella, no van a saber de qué hablan. Repito, léanla en un libro de papel, de verdad, el digital es otra cosa. Al menos a mí me lo parece.
Heliodoro Albarrán