Dejemos atrás una serie de inquietudes que reflejaba en mis artículos pasados, unas domésticas y otras no tanto, desde el mercado laboral y el incremento de precios, hasta políticas de sostenibilidad en pensiones y medioambiente; dejando atrás la corrupción y el fraude e incluso la inestabilidad política.
Y centrémonos en que desde hace tiempo se viene observando los efectos de naturaleza jurídica y económica de la puesta en marcha de leyes y normas de todo tipo que han afectado y están incidiendo al mercado inmobiliario y por ende a las formas de vida de los ciudadanos.
La escasez de viviendas tanto en la construcción y principalmente la oferta de las existentes, ha provocado una burbuja en los precios en la compra-venta y alquiler que esta generando una gran dificultad de acceso a aquellas por parte de una franja de población necesaria en el mercado laboral.
Nueva prueba de fuego para medir la capacidad de los responsables que deben estudiar, analizar y tratar de resolver el problema, y que hasta ahora de lo único que se han ocupado, ha sido en regular y regular y no poner en marcha medidas tendentes a encontrar la solución y que no es otra que facilitar la construcción de los cientos de miles de viviendas que son necesarias, por un lado, y garantizar jurídicamente la puesta en el mercado de las existentes.
La excesiva regulación, la indefensión jurídica, la presión fiscal sobre inmuebles y la nula gestión del suelo por parte de los responsables políticos; junto a el crecimiento de la población por el aumento de la inmigración por un lado y por la demanda de viviendas en aquellas zonas de mayor crecimiento económico y de la inversión inmobiliaria por otro, debería haber puesto ojo avizor en todos los dirigentes que nos representan en las instituciones.
Los datos económicos publicados por el aumento del número de transmisión efectuadas, el incremento en las operaciones hipotecarias y la necesidad de encontrar un lugar donde vivir por parte de la población joven han disparado los precios del valor de las viviendas y de los alquileres de los inmuebles, han hecho encender las alarmas hasta convertir la vivienda en el principal problema de los españoles.
Hace unos meses ya expresaba el cambio de tendencia del personal en cuanto a las nuevas formas de convivencia, desde el “coliving”, como forma urbana, hasta el “cohousing” compartiendo gustos por la naturaleza y el medioambiente; pasado por los pisos y camas compartidas.
Pues bien, la vivienda y su escasez puede considerarse como uno de los factores de mayor repercusión sobre la productividad, el crecimiento y el bienestar de los ciudadanos, puesto que su acceso es un derecho fundamental.
No es menos cierto que las grandes ciudades que ofrecen mayores oportunidades de empleo, requieren de un mayor número de trabajadores por su mayor productividad. Pero también es verdad que un elevado crecimiento de ‘esta con una restricción en la construcción de viviendas genera un efecto negativo: precios de adquisición y alquiler muy elevados y hacen que corto y medio plazo la productividad agregada de la económica descienda, desalentando la movilidad laboral y residencial y dificultando la reducción de desigualdades.
El encarecimiento de la vivienda afecta también a la movilidad laboral y la competitividad económica. «La inaccesibilidad de la vivienda puede desalentar la movilidad laboral, dificultando la reducción de desigualdades regionales y limitando la productividad agregada de la economía», advierte la Comisión Europea.
Más allá de las consecuencias sociales más inmediatas, la baja disponibilidad de vivienda y la baja asequibilidad de la misma podrían desalentar la movilidad laboral y residencial… dañando la adecuación (el match) entre empleos y, por ende, mermar la productividad agregada y la movilidad social. Todo ello elevara dentro del sector primario el coste de la tierra y la mano de obra e igualmente en secundario y terciario, por ejemplo, el coste de las infraestructuras para las empresas y para los gobiernos.
En resumen, la vivienda afecta a la productividad por dos vías: coste fijo como factor de producción directo, suelo o espacio productivo; y coste indirecto, vivienda del factor trabajo e inversión con un coste de oportunidad sobre otras actividades.
La ideología de la supervivencia a debate.
Mario Sastre de la Calle
Economista
