En las economías más desarrolladas del mundo se está dando un fenómeno paradójico cada vez más preocupante: a pesar de niveles de formación académica históricamente altos, tanto en número como en calidad, las empresas y organizaciones se quejan de la imposibilidad de encontrar profesionales con las habilidades adecuadas para enfrentarse a la complejidad de las tareas que se requieren en el siglo XXI.
Este fenómeno, conocido en la literatura académica la “crisis de talento” o “escasez de talento” (talent shortage), no se refiere simplemente a una falta de mano de obra –hay millones de personas en las listas del desempleo–, sino a un desajuste crítico entre las competencias que demanda el mercado laboral y las que poseen los demandantes de empleo.
Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, alerta sobre el problema y destaca que lo preocupante no es el desempleo, sino la falta de habilidades relevantes de quienes buscan ocupación. Ya en mayo de 2015 advertía de que: “El año pasado, el 36% de los empleadores a nivel mundial dijeron enfrentar dificultades para encontrar talento, el porcentaje más alto en siete años”. Y la cifra ha seguido creciendo.
Mathias Cormann, secretario general de la OCDE, en una cumbre de su organización celebrada en 2023, sostenía que: “Abordar la escasez de mano de obra y de competencias es un reto clave. Si no se actúa, esta situación frenará la prosperidad. Invertir en las competencias de las personas para que puedan prosperar en un mundo laboral cambiante debe ser una prioridad absoluta para los gobiernos”.
En España la educación superior es el nivel formativo más común entre los jóvenes, con un 41,4% de la población de 25 a 64 años con estudios superiores. Sin embargo, según el periódico Rrhh Digital, un 83% de los responsables de recursos humanos de las compañías españolas declara haber tenido muchas o bastantes dificultades a la hora de cubrir puestos, una cifra que crece 10 puntos porcentuales con respecto al año anterior, cuando el 73% de las empresas se enfrentaba a este problema.
Hablando en plata, cada vez hay una brecha mayor entre lo que el mundo necesita y lo que quienes vivimos en él sabemos hacer, a pesar de que las universidades expiden más títulos que nunca.
Dándole vueltas al asunto, y a la vista de la ineptitud aparente de los responsables políticos que están al frente del gobierno, tal vez la explicación se encuentre en este vacío existencial, los puestos clave no están siendo ocupados por el mejor candidato posible, sino por el único candidato que existe, el que podríamos bautizar como el Inepto Estratégico.
El Inepto Estratégico es la respuesta evolutiva del mercado laboral a la crisis de talento. Ante la imposibilidad de encontrar a alguien que realmente sepa de algo, la mejor estrategia es conformarse con el que parece que sabe de todo y cuyas “habilidades” son las propias de aquel que sabe sobrevivir –lectores del manual de resistencia– sin dar un palo al agua.
Las competencias clave del Inepto Estratégico incluyen el dominio absoluto del “Buzzword”, término inglés que describe aquellas palabras o expresiones de uso no común, que de pronto se ponen de moda y parecen estar en boca de todos, pero que no significan nada. «En la protección del mar no hay ideologías», por eso, en la “España costera y plurinacional”, ese «país que ha forjado su historia mirando de frente al mar», se requiere el impulso de un “crecimiento inclusivo” con “resiliencia democrática”, bajo una “gobernanza progresista”, para lograr una “transformación justa” … Quien quiera más ejemplos que llame a Yolanda, ya sabe usted a quién me refiero.
El Inepto Estratégico domina con maestría el arte de la delegación de la culpa. Posee una habilidad casi sobrenatural para que los fracasos sean siempre culpa de otros y los éxitos, fruto de su “liderazgo inspirador”.
Y por si algo falla, este personaje se empleará con ahínco en la nube de humo. Es un experto en generar la apariencia de una actividad frenética a través de reuniones para planificar futuras reuniones, declaraciones, viajes, planes, creación de comités para supervisar otros comités y el envío de sus secuaces a las cloacas para practicar la fontanería más profesional.
Si en el mundo de la empresa la crisis de talento, lejos de estar dejando los puestos vacíos, los está llenando con las únicas personas dispuestas a ocuparlos bajo la premisa de no tener ni la más remota idea de qué hacer ¿Qué no ocurrirá en la política, donde no se pide más cualificación que la adhesión inquebrantable al líder?
Así se explica el bajo nivel del banco azul y de toda esa escala de altos cargos y subordinados puestos a dedo, militantes al frente de cada institución del estado que, sin capacidad, sin título en no pocos casos, sin más mérito que el carné y sin vergüenza, ocupan su tiempo en aferrarse con uñas y dientes a sus sueldos, sin hacer nada de provecho, en la conciencia cierta de que en ningún otro sitio podrían ganarse un sueldo digno.
O somos más exigentes con el voto, si es que alguna vez volvemos a las urnas, o podemos irnos preparando para vivir en el Caribe, y no lo digo por el clima.
Javier López-Escobar
