50 años en libertad

Este jueves se cumplen 50 años de aquel 20 de noviembre de 1975 en el que la muerte del dictador Francisco Franco abría una ventana de esperanza para España por la que pudieran entrar, de una vez por todas, la libertad y la democracia.

50 años después, nuestra democracia está consolidada y avanzamos en derechos y libertades, con nuestros más y nuestros menos; a veces con pasos menos firmes de lo que a algunos nos gustaría, pero, en definitiva, avanzamos.

Pero también, 50 años después, no hemos logrado curar todas las heridas. Porque 50 años después hay quien sigue hablando de alzamiento, en lugar de golpe de estado; hay quien sigue hablando de régimen autoritario, en lugar de dictadura cruel y violenta; hay quien sigue ensalzando la figura del dictador con total impunidad; y continúa habiendo cadáveres en las cunetas y fosas.

Con la muerte del dictador se abrió un proceso, la tan manida Transición, que cumplió un objetivo fundamental: salir del paso, intentar reconducir a España de la dictadura a la democracia, aunque fuera cerrando en falso algunas heridas, e impulsar a nuestro país hacia un futuro más esperanzador. Y es de agradecer el esfuerzo de quienes se empeñaron sinceramente en meter a España en este viaje desde la dictadura a la democracia.

Pero quedaron muchos pelos en la gatera; o mucho polvo por terminar de limpiar, si usted lo prefiere, amigo lector. Y de aquellos polvos, estos lodos. Edulcorar y/o blanquear una dictadura para lograr zafarnos de sus nostálgicos más recalcitrantes en los primeros años tras la muerte del dictador genocida, pudo ser un mal menor. Pero 50 años después no hay blanqueamiento que valga.

La Ley de Memoria Histórica de 2007 y la posterior Ley de Memoria Democrática de 2022, han supuesto valientes pasos legales para continuar avanzando, para empezar de una vez por todas a llamar a las cosas por su nombre y para impulsar la reparación que, para algunos, después de casi cuarenta años de dictadura y después de 50 años desde la muerte del dictador, aún no ha terminado de llegar.

Pero como todas las leyes, para que sean efectivas, hay que cumplirlas y hacerlas cumplir. Y aún nos queda camino por avanzar. A mí, personalmente, se me revuelven las tripas, por ejemplo, cuando en los muros o a la puerta de algunas iglesias, aún vemos placas con aquello de “Caídos por Dios y por España”. Es sencillamente vomitivo que, a la puerta de un lugar, en principio de reconciliación y encuentro con uno mismo, con Dios y con los hermanos, se siga ensalzando una dictadura.

Pero no menos vomitivo me parece que continúen existiendo, con financiación y altavoces mediáticos incluidos, fundaciones y pseudofundaciones de nostálgicos de la dictadura. Al menos una, la que lleva el nombre del dictador, va camino de la extinción definitiva. Ojalá sea pronto, y eso mismo ocurra con otras de la misma índole.

Y no sé si vomitivo (por aquello de un mínimo respeto personal), pero sí vergonzoso y muy preocupante, me parecen las manifestaciones públicas, en redes sociales, por ejemplo, de representantes políticos actuales mostrando su añoranza por esa oscurísima etapa de nuestra historia de una forma más o menos velada. Sí, también alguno de estos a los que me refiero anda de representante político de las segovianas y los segovianos diciendo y escribiendo barbaridades.

Por no hablar, finalmente, amigo lector, de esas Misas que se siguen diciendo en sufragio del alma del dictador. Llevan 50 años diciéndole misas y no creo que ni con 50 años más, por enorme que sea la misericordia divina, semejante alma pueda entrar en el Paraíso.

Algo hemos hecho mal en este país cuando algunos siguen convocando actos en los que se canta el Cara al Sol; cuando un alcalde regala calendarios de 2026 con la imagen del dictador; cuando el próximo martes la iglesia ultra y la política ultra se darán de nuevo la mano y la alzarán al grito de “Arriba España”….

Algo hemos hecho mal, sin duda. Pero también hemos hecho cosas bien. Y aunque nos cueste unos cuantos años más, confío en que podremos continuar avanzando, con firmeza y decisión, y acabar con cualquier atisbo de exaltación/justificación/blanquemiento de la dictadura franquista.

Llegará el día, sin duda. Como llegó aquel 20 de noviembre de 1975 en el que muchos respiraron aliviados, aunque temerosos, quizá, por un futuro incierto. Ese futuro se fue abriendo hacia un horizonte de libertad que llegó y se ha ido consolidando. Ahora hay que consolidar la reparación, afianzar la memoria y no dejar el más mínimo resquicio por el que pueda volver a colar ese oscuro pasado.

Rubén García de Andrés

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