Tragsa fue creada al comienzo de la actual etapa democrática que disfrutamos, nació en 1977 como Empresa de Transformación Agraria (TRA), con sede en el Ministerio de Agricultura.
¿A qué se dedica esta compañía? En su web podemos leer que su misión es: “poner a disposición de las Administraciones Públicas soluciones eficientes que contribuyan a la gestión de sus necesidades en el ámbito medioambiental, de desarrollo rural, de gestión de recursos y procesos, o mediante la adaptación y aplicación de la experiencia y conocimientos desarrollados en dichos ámbitos a otros sectores de la actividad administrativa, de un modo sostenible y seguro, de acuerdo con nuestra obligación”.
Entre 2019 y 2021, la plantilla de Tragsa creció un 19,75%. El aumento de personal temporal fue de casi un 34%. Tragsatec, la empresa de ingeniería del grupo, incrementó su plantilla en un 42,25% en esos años. En 2022, su plantilla creció otro 17% con respecto a 2021, alcanzando ese año una media de trabajadores temporales del 58,52%.
Según diversas fuentes, Tragsa superó en 2024 la cifra de 26.000 empleados en total, más que duplicando su plantilla desde el último cambio de presidente en la Moncloa.
En el momento de escribir estas letras, la empresa ofrece 188 puestos de trabajo diferentes, a través de su portal de empleo, con el único requisito de rellenar una solicitud y enviar un currículum.
En un mundo ideal, poblado por arcangélicos ciudadanos, honestos hasta la médula, incapaces de saltarse una norma legal o moral, campeones de la ética, podríamos suponer que las personas más capaces están al frente de las tareas más adecuadas para ellas y que las desempeñan con primor, haciendo innecesaria cualquier otra medida destinada a garantizar la equidad, garantía de igualdad de oportunidades, sin discriminación por sexo, religión, raza, o cualquier otra característica personal, como un concurso oposición.
Claro que, en el paraíso utópico en el que vivimos, donde cada servidor público es un modelo de virtud, seleccionado mediante un proceso tan riguroso que incluso los dioses lo aprobarían, donde el mérito es la única moneda y el favoritismo es tan extraño como una invasión marciana, liderado por el brillante gobierno progresista que vela por nuestros asuntos cotidianos, nada de eso debería sorprendernos.
Pero volvamos a la realidad, de vez en cuando algo resulta incongruente en el nirvana: el Tribunal de Cuentas fiscalizó la actividad de la empresa pública Tragsa entre 2021 y 2022. Entre sus conclusiones, dictaminó que en el 34% de los expedientes existía una “ausencia de correlación entre el contenido de los encargos y la cualificación del personal asignado a la ejecución”. ¡Solamente un 34%!
Fuera de bromas, sinceramente creo Tragsa es una empresa seria, cuya plantilla en una gran mayoría está compuesta de personas honestas, que hacen bien su trabajo y donde a mí no me hubiera disgustado trabajar. Sin embargo, tengo la sensación de que está sometida a cierto sistema de gestión que ofrece algunas oportunidades de actuar en la sombra a oscuras gentes sin escrúpulos. Algo falla si podemos preguntarnos: ¿Está diciendo el alto tribunal que un 34% de los currículums recibidos por la empresa pública no son adecuados para las tareas a las que se presentan, y aún así, las solicitudes de los remitentes terminan en contrato?
Cierto diario nacional publica el extracto de un supuesto correo electrónico remitido por el director de la empresa pública Tragsatec: «Fulano, para una de las cosas que me llamó ayer el jefe era para decirme que tratemos este cv con cariño; anda, mira a ver si tenemos algún proceso en marcha o que tengamos pensado abrir en breve y me dices para avisar a mengana, porque con este no podemos estar mareando la perdiz…». ¿Favoritismo?, ¿meritocracia?, ¿nepotismo? ¡No!, simplemente son la compasión, el cariño y la empatía, propias de la administración, que se extienden a todas las solicitudes de empleo.
En el caso de cierta mujer, que anda por los juzgados afirmando que obtuvo un empleo por ese procedimiento, y que nunca acudió a su puesto de trabajo, ni se le encargó tarea alguna, podríamos pensar que hay un desgarrón en el velo de pureza del procedimiento, pero nuevamente estaríamos siendo injustos. ¿Qué pruebas hay? ¿Acaso vale más la palabra de una testigo directa, expresada en sede judicial, que una auditoría realizada por el ministro de fomento en persona sobre los procedimientos de contratación? Su palabra es solo la de una persona contra la impecable documentación de la empresa, que ha presentado todos sus partes diarios de trabajo rellenados en modo y forma. Y todos sabemos que los papeles nunca mienten, especialmente cuando están sellados y firmados por las autoridades.
¿No hemos escarmentado bastante al ver que el Tribunal Constitucional nos ha enmendado la plana a los mal pensados en el caso de los ERE? Escuchemos con más atención a la portavoz del gobierno cuando afirma tajante al respecto que: «¡Están pagando justos por pecadores!».
Alabemos a nuestros benevolentes líderes, cuya sabiduría no tiene límites y cuyas acciones siempre buscan el bien mayor, incluso cuando parecen lo contrario a nuestros ojos ignorantes. Solo mediante una fe ciega podemos alcanzar la Verdad… o, al menos, una ignorancia dichosa. Agradezcamos el cariño con el que tratan nuestros currículums. Así seremos felices… O rematadamente tontos, no estoy seguro… ¿Usted qué cree?
Javier López-Escobar
