A veces me pongo a pensar en lo todo lo que significa vivir. Y me refiero a todo en general, desde lo que eliges hacer, lo que te ha tocado, llamémosle destino o lo que quieras, o lo que no logras por mucho que te esfuerces. Y así, te topas con conceptos e ideas que son imposibles de descifrar, como, por ejemplo, ¿Qué sería de mí ahora mismo si hubiese nacido en África? ¿Por qué nací donde nací? No somos siempre conscientes del impacto de la suerte en este sentido.
Yo tuve suerte porque tuve unos padres, que, aunque imperfectos como todos, me dieron mucho cariño, comodidades y libertad. No éramos ricos, pero vivíamos bastante bien, mejor que la mayoría. Por todos es sabido lo importante que es tener una niñez feliz, y yo la tuve. A lo largo de mi vida, me he cruzado casi siempre con gente buena, y he hecho muchos, pero muchos, buenos amigos. Mi destino quizá haya sido encontrarlos, pero mi elección consciente fue mantener esa amistad a lo largo de los años y a pesar de la distancia. Crecí en una ciudad muy abierta, en un sitio en el que a lo largo de las décadas se han venido a asentar personas de países tan disímbolos como Siria o Líbano, Francia, Italia o Cuba, EEUU o, por supuesto, España, que, en los años 30, a consecuencia de la guerra civil, nos mandó miles de refugiados que morían de hambre y frío en Francia, y que aquí fueron muy bien recibidos. Y siempre tuvimos armonía, nunca vi que se formaran guetos o círculos cerrados y al final, todos terminaban formando parte de la misma nación; México.
También los cambios han marcado mi vida, algunos por imposición, y la mayoría por elección. En cada sitio en el que estado he intentado adaptarme, aprender, estar alerta, tirar hacia adelante, pero siempre con precaución, sin bajar la guardia. Recuerdo especialmente una tarde en la que, viviendo en Los Ángeles, decidí pasar una tarde en Hollywood, ya sabes, el boulevard de las estrellas y eso. Había una parte bastante interesante, con tiendas de discos de vinilo, ropa vintage, decoración, tiendas de segunda mano, gente rara, pero con buena vibra…hasta que sin darme cuenta me cayó la noche. Y ya era otra cosa. La gente rara buena onda había mutado a gente rara pero oscura, ya no sentía la buena vibra sino lo contrario. Un tipo, a lo lejos, me saludaba con algarabía como si se tratara de un viejo amigo. Al acercarme, pues iba en esa dirección y me urgía salir de ahí ya, el tipo me hablaba de todo lo que me podía conseguir; maría, coca, heroína, chicas…en fin, que supe después que esas calles eran Sodoma y Gomorra por las noches y que los vecinos estaban hartos de recoger condones y jeringas que los clientes tiraban a la calle. Ser cliente o tomar la decisión de experimentar era posible, pero no una opción. Sé distinguir el blanco del negro, y vivir la vida no es necesariamente probar de todo.
Pero ¿Adónde quiero llegar con todo esto? Pues a que tengo la gran responsabilidad de ser inmigrante, lo que significa que tengo que ser aún mas responsable, respetuoso y ético que en mi propio país. Y creo que la mayoría, aunque claramente no todos, de los inmigrantes, son así.
Yo entiendo que en determinadas situaciones la gente se canse y empiece a quejarse de los problemas que la inmigración pueda causar. Entiendo que en un barrio tradicional no se vea con buenos ojos cuando una diáspora determinada se instala en ella, y de repente los vecinos llevan pañuelo o vestimenta ajena a la tradición local. O que de un domingo por la mañana haya música alta en la calle o en casa de algún vecino. El choque cultural existe, y a veces es inocuo pero otras insalvable, y es ahí donde el inmigrante tiene que entender que hay tradiciones que chocan directamente con la cultura local o que directamente son una falta a las leyes del país. Un inmigrante tiene que saber o aprender que es un invitado, que esta gozando de un privilegio, que tiene libertades en este país pero que no debe excederse en la cortesía. Creo, de verdad, que debemos ser casi modélicos en comportamiento.
Pero, por otro lado, no es conveniente que se juzgue a unos por las acciones de otros. Los actos son individuales, y así deben ser juzgados. Si a mí Pedro me hace algo que me causa perjuicio, el culpable no son todos los Pedros, ni los españoles, ni los del Madrid o los de ojos marrón o de ideología conservadora. Lo que ha estado pasando aquí, últimamente, es de mucho riesgo para la convivencia y el futuro del país. España solo progresará si se dan dos acciones: o el estado empieza a fomentar el crecimiento de la población local por medio de apoyos económicos y normas que ayuden a la convivencia familiar, lo cual es posible, pero difícil, o si damos entrada a gente de fuera, gente dispuesta a hacer los trabajos que nadie quiere hacer, o que en áreas en las que no hay suficiente personal, y que por consecuencia se llenen los coles, haya más producción, se cotice en la seguridad social, se incremente el consumo y se active la economía, como ha estado pasando.
España es un país estupendo, su gente es extraordinaria, han logrado avanzar, desde la democracia, de una manera espectacular y debería ser, sin duda, un ejemplo para muchos otros países. Por eso, lo que verdaderamente me gustaría es que la gente entendiera todo esto y que dejara los panfletos de los que algunos grupos políticos hacen uso para su beneficio, y que se informaran debidamente.
Sólo con la información contrastada, fidedigna y objetiva podemos conocer la realidad y actuar en consecuencia.
«Los inmigrantes no vienen a quitarnos lo que tenemos, vienen a ser parte de lo que podemos crear juntos.» Anónimo.
José Luis Haces
