Eichmann en Jerusalén

Antes que nada. Otra más, otra tragedia más, el gafe de nuestro presidente no para. Ahora incendios. Ha tardado en ir a los lugares, el gobierno ha reaccionado tarde, “si necesitan algo que lo pidan”, es un gobierno fallido, cualquier cosa le desborda. Solo saben echar la culpa a la derecha y la ultraderecha y al cambio climático. Sin medios, sin políticas, sin propuestas, sin voluntad, a la deriva y el pueblo sufriendo, muriendo. Gracias a todos los socialistas que lo mantienen. Visita encapsulada, corta, sin que la gente le pueda gritar, sin poder ofrecer soluciones, ni sabe, ni quiere, ni puede. Y los líderes europeos ya le han marginado definitivamente. Y a España. Gracias a los socialistas que lo mantienen. La cápsula de cianuro en su bolsillo se le notaba.  Vita pergit.

Hace ya algunos años que leí este libro, este fantástico libro. No hace mucho me topé con una referencia a él y me entraron ganas de volverlo a leer. Y quiero darles mi opinión. No es el mejor libro de mi vida, literariamente no tiene mucho que decir, el tema, la trama, es interesante desde el punto de vista de la historia, pero nada más. El desarrollo del argumento a veces es demasiado lento, hay muchos documentales que narran muy bien el tema y alguna película de calidad variable, pero todo muy interesante. Pero a mí, el libro me fascinó, me turbó, me “partió el orto” como dice mi amigo el argentino. Su autora Hannah Arendt y el concepto que crea en este libro de la “banalidad del mal” me impresionaron, hasta tal punto, que como ya les he dicho en otras ocasiones, Hannah Arendt se convirtió para mí en una filosofa, pensadora, escritora de referencia. Desde entonces he leído muchos libros suyos, la mayoría de los traducidos, con sus teorías, sus pensamientos, correspondencia postal con otros filósofos, biografías, etc. Además del que hoy les comento, no se pierdan “Los orígenes de totalitarismo”, un clásico, una referencia total, en política, filosofía, pensamiento.

La historia es conocida. Eichmann fue nombrado uno de los responsables de la “solución final” para el exterminio de los judíos. En concreto Eichmann fue el responsable de la organización del transporte de los judíos a los campos de trabajo y de exterminio. Y lo hizo a la perfección, su sistema, su organización fue perfecta, el atasco que tenían los nazis con tantas detenciones se solucionó. Unos hablan de más de cinco millones de judíos los que Eichmann y su maquinaria movieron y llevaron a la destrucción. En 1945 es detenido junto con otros jefes nazis pero se escapó del centro de detenciones. Y tras un tiempo huyendo consiguió un pasaporte falso y un permiso para huir, proporcionado por la Cruz roja internacional con la que había colaborado años atrás, y se fue a Argentina, con el nombre de Ricardo Klement. Y allí permaneció casi 10 años, trabajando en la fábrica de coches Mercedes y viviendo con su familia en una casa de campo a las afueras de Buenos Aires. Como un ciudadano ejemplar. Es localizado por el gobierno israelí y los servicios secretos del Mosad (operación Garibaldi), le secuestran en la propia Argentina, en una operación que contó con el “mirar hacia otro lado” del gobierno argentino. Una vez en Israel, en Jerusalén, es juzgado, en un proceso que fue televisado, y condenado a pena de muerte. Fue ahorcado en mayo de 1962. Sus restos incinerados y arrojados al mar. Y esa sería la historia, como dije antes, muy bien llevada al cine. Pero el libro es mucho más. El libro es todo.

A ese juicio en Jerusalén es enviada Hannah Arendt, como reportera del diario norteamericano New Yorker donde trabajaba. Y envía crónicas del juicio que se van publicando y con ese material publicó este libro un tiempo después.

Hay demasiadas cosas, muchos temas que surgen leyendo el libro. Voy a esbozar sólo alguno de ellos, el resto lo dejo para ustedes cuando lo lean. La banalidad del mal. Concepto capital del libro y del pensamiento durante el siglo pasado. A todos nos parece que un ser humano capaz de hacer lo de Eichmann tiene que ser un monstruo. Físicamente, te imaginas un ser alto, deforme, con grandes orejas, nariz aguileña con granos, boca desdentada siempre rebosando saliva, peludo. Un demonio de los comics. Y moralmente, un ser depravado, sin escrúpulos, violento, intolerante, de modales rudos, sin empatía, sin educación. Etc. Etc. Y no. Eichmann, y por extensión el resto, son seres normales, físicamente normales, tendiendo a poca cosa. Intelectualmente también normales, de hecho, Eichmann apenas estudió nada. Capaces como él de vivir una vida normal con su mujer e hijos en Buenos Aires, con buenas relaciones sociales, con un trabajo de obrero en una fábrica. Un ciudadano normal. Él sólo buscaba el ascenso dentro del partido, tenía que hacer méritos y desde un despacho se puso a organizar la deportación de judíos y los hizo muy bien y tuvo varias condecoraciones. Para él no eran seres humanos, era mercancía. Él era una parte más del engranaje y tenía que hacer su trabajo y bien.

Preguntas ¿Se pudo negar a hacer lo que hizo sin riesgo para su vida?, ¿la obediencia debida es justificación?, ¿se le puede exigir ser un héroe? Seguimos con preguntas o dudas razonables. No parece justa la “detención-secuestro” ilegal en otro país con el “consentimiento” de ese otro país. El juicio en Jerusalén parece una pantomima, estaba juzgado de antemano, Ben Gurión quería un espectáculo mundial, afianzar el estado de Israel recientemente creado, dar un ejemplo al mundo. “Crímenes contra el pueblo judío” se dijo reiteradamente, pero Arendt piensa que el acto es sí es lo realmente reprobable, no contra quién se cometa dicho acto. Más cosas, fue muy controvertido el apoyo de los consejos judíos a Eichman en todo este proceso, no valoraron debidamente el resultado, pensaron que ayudando podían salvar a muchos y es que el miedo juega su papel y el colapso moral que también afecta a las víctimas.

Arendt habla de la concepción nacional socialista de la historia. Punto importante. La confusión que produce la ejecución de un bien a toda costa, los alemanes creyeron el fin último, fueron perdiendo la conciencia del bien y el mal, todo por el conjunto de valores alemanes. Las pequeñas dudas que surgían en algunos, se reconducían con la doctrina de que era una “pesada carga para lograr una gran misión histórica que se hace una vez cada dos mil años”. Reformular los sentimientos. El bien era tan grande que merecía la pena estos “pequeños sacrificios”. Me recuerda la concepción actual social comunista que nos gobierna, el bien final supremo es que no gobierne la derecha y la ultraderecha porque son perversos y para conseguirlo se puede engañar, mentir, incumplir leyes, manipular instituciones, abandonar al pueblo en las catástrofes, prevaricar, trampear elecciones, establecer redes de corrupción, etc., todo por el bien final supremo.

Otra cuestión. Eichmann se declaró culpable ante Dios, pero no ante la ley, según el ordenamiento jurídico nazi no había cometido ningún delito, actuó en todo momento por obediencia a sus superiores y recompensado como buen ciudadano, las acciones hay que juzgarlas con la ley vigente en cada momento y este contrasentido se dio también en los juicios de Nuremberg, donde las leyes con las que se juzgaron se implantaron después de los hechos. Más cosas. Un juicio penal juzga los actos, exclusivamente, y así se hizo. Para un juicio moral o histórico la cuestión de la intención es esencial. Se juzgó a un ser incapaz de pensar, que se expresaba con un lenguaje burocrático, absurdo. El “darse cuenta de la distinción entre moralidad y legalidad”, que las leyes vigentes durante el régimen nazi eran inmorales y merecían ser desobedecidas, Eichman y la mayoría no estaba preparados para su comprensión. Esto es la banalidad de este tipo de mal que se produjo.

Y se puede seguir. Cualquiera de estos temas da para muchas discusiones. Para mucho debate. Yo les animo a que lo lean, es un libro imprescindible, necesario. Y las dudas que les suscite les llevarán posiblemente a otros libros. Es la magia de la lectura y del conocimiento. Y de la libertad para pensar, razonar, deducir. La inmensa grandeza de los libros. Al menos a mí me lo parece.

 

Heliodoro Albarrán 

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