Circula por redes un diálogo que resume bien el disparate argumental que abunda estos días. Tras limpiar el lenguaje de expresiones malsonantes y errores ortográficos, sobre todo de la primera intervención, aquí va:
Alguien: “¿Por qué hay hombres ginecólogos si no tienen ni idea de qué se siente al tener cólicos, menstruar o tener las hormonas revolucionadas?”
Respuesta: “Tiene razón… De hecho, los geriatras no deberían tener menos de 70 años y los pediatras no más de 12. El problema lo veo con los oncólogos y, sobre todo, con los forenses. Pero ya es hora de que, de una vez por todas, cuando vaya al veterinario me atienda un perro. ¡Como debe ser!”
Divertido, ¿no? Hasta que recuerdas que en las redes y en los medios abundan pseudorazonamientos igual de “lógicos” que el de ese “alguien” y mucho menos graciosos. Basta leer los comentarios de cualquier noticia para deprimirse: llamamientos a la movilización contra el adversario, en muchos casos repletos de faltas de ortografía, errores gramaticales, frases sin sentido y una completa incomprensión de lo que el mensaje original intentaba decir. Es el ecosistema perfecto para que ciertos políticos, con más habilidad para la consigna que para el pensamiento, encuentren campo abonado.
Las últimas declaraciones sobre Gaza y la Vuelta Ciclista a España son una muestra de este circo digital. Personajes que han alcanzado relevancia sin mérito alguno lanzan frases altisonantes con el único objetivo de polarizar. Lo importante no es el fondo, sino el efecto: que unos cuantos “borregos” más digan “estos son de los nuestros”. Votos suficientes para seguir pisando moqueta y veraneando en calitas escondidas mientras la opinión pública arde en las redes.
Veamos un ejemplo reciente de unas declaraciones en la TV pública: “Me declaro instigadora de esas movilizaciones y hago un llamamiento a que toda la gente en todo nuestro país, y particularmente aquí en Madrid, se movilice para que esas etapas no se celebren hasta que pare este genocidio. Hay que boicotear el final de una competición que no se tendría que haber celebrado porque participa un equipo que le está lavando la cara al genocidio.”
Analicemos el mensaje. Es un discurso diseñado para titulares, dramático y moralmente categórico. Apunta a un enemigo claro: el equipo ciclista. Lo convierte en símbolo y chivo expiatorio, una táctica vieja como la propaganda misma. No hay matices ni espacio para el debate: es pancarta, no reflexión.
La estrategia se apoya en dos elementos: indignación moral y territorialidad. Frases como “Madrid” y “nuestro país” buscan crear una narrativa heroica: desde lo local para cambiar lo global. El resultado es previsible: ruido inmediato, debate polarizado y ninguna posibilidad real de frenar la carrera ciclista. Nadie esperaba que la Vuelta se cancelara por esta arenga. Lo que se busca es visibilidad, no eficacia.
El boicot deportivo puede ser arma poderosa; lo demostró el apartheid sudafricano. Pero aquel éxito fue fruto de años de presión internacional, boicots coordinados y una estructura política global. Aquí no hay estrategia, solo un gesto para las redes. Y eso está bien si uno asume que su papel es teatral, no transformador.
El deporte siempre ha sido escenario de luchas políticas. Juegos Olímpicos, boicots culturales, atletas convertidos en símbolos… La diferencia es que el ciclismo, aunque internacional, no es el escaparate global del fútbol o de unos Juegos Olímpicos. La Vuelta es prestigiosa, pero difícilmente cambiará el rumbo de una guerra.
Más que cambiar nada, este discurso busca consolidar una base. Habla a los ya convencidos, les ofrece indignación empaquetada y les invita a sentirse parte de una causa. Quien lo pronuncia sabe que no convencerá a la mayoría; tampoco parece importarle. Lo que cuenta es aparecer en titulares y reafirmar una identidad política, aunque el deporte quede reducido a simple decorado.
Esto no significa que no haya que condenar los excesos de Israel, ni dejar de exigir justicia para Gaza. Hay razones de sobra para el clamor y para la presión internacional. Pero utilizar una carrera ciclista como parapeto de pancartas no deja de ser ruido. Convertir la carretera en trinchera es puro efectismo.
El ciclismo, como el resto del deporte, debe ser neutral y huir de polémicas y miserias, merece aire limpio y pedaladas enérgicas. La política internacional requiere análisis serio y decisiones valientes. Confundir una cosa con la otra solo nos aleja de ambas.
Javier López-Escobar
Peatón horrorizado con la actuación de Israel en Gaza
