Contiendas de campanario en una España paralizada

El mundo viene emitiendo anualmente a la atmósfera casi 30 millones de kilotoneladas de CO₂. Desde 1990, con la salvedad del año del COVID, 2020, las emisiones han crecido: de los 22 millones y medio hasta los 38 y medio de 2022.

En ese mismo periodo, la contribución de España ha sido de 337.402 Kt, un 1,11 % del total. Nuestro país ha hecho grandes esfuerzos para reducirlas y gracias a ellos pasamos de las 287.656 Kt de 1990 a las 287.729 de 2023.

Sí, ha leído bien: emitimos algo más que entonces. Pero no se alarme, en 2005 alcanzamos el máximo de 422.220 Kt y desde entonces hemos rebajado nuestra aportación al calentamiento global. Hoy el impacto español en la producción de gases de efecto invernadero es del 0,76 % del total mundial.

Traigo este asunto a colación, como podría traer otro, simplemente para mostrar cómo se manipula la información y de qué manera se fomenta el frentismo y la polarización, seleccionando un asunto global para trasladarlo a la arena local y provocar tensión. “Necesitamos tensión”, confesaba aquel…

Desde el punto de vista de la emergencia climática, matemáticamente al mundo le importamos un 0,76 %, lo que en román paladino podríamos calificar de un carajo. Pero las disputas a calzón quitado, los vituperios lanzados desde los escaños de las Cortes, las soflamas vertidas sobre el pueblo para que arda en pasión han sido tales que cualquiera diría que somos los responsables directos de lo que nos pasa.

Así, lo fundamental no es socorrer y prevenir, sino que quede claro quién es el negacionista y quién está en el lado correcto de la historia. Mientras tanto, en Valencia, los vecinos compran walkie-talkies para comunicarse durante la siguiente DANA, que vendrá, mientras mendigan la atención de las autoridades. Importa más tenernos entretenidos peleándonos, dividiendo España, que arreglar el maldito Barranco del Pollo y el resto de la vertiente mediterránea.

Mientras peleamos, la tasa de desempleo sigue siendo la más alta de la OCDE, a pesar de haber eliminado de un plumazo a todos los temporales tras rebautizarlos como fijos discontinuos. Nos mantenemos entre los países con mayor riesgo de pobreza o exclusión social, rondando el 27 %.

En tanto que discutimos, la baja productividad por hora trabajada y por capital sigue lastrando un modelo económico dominado por sectores de bajo valor añadido y por una elevada proporción de pequeñas empresas en comparación con los demás países de la OCDE.

Entretenidos en la greña, olvidamos que la deuda pública se mantiene en niveles muy altos, superando el 100 % del PIB.

Enzarzados en la disputa, se nos escapa que sufrimos un envejecimiento acelerado de la población, con el consiguiente aumento de la tasa de dependencia de la vejez. Al mismo tiempo, crece la preocupación por la sostenibilidad del sistema de pensiones y el gasto sanitario que esto acarreará.

Con la bronca en marcha no vemos que la tasa de abandono escolar temprano sigue siendo significativamente superior a la media de la UE y que los resultados de pruebas internacionales (PISA) hablan poco bien de nuestro sistema educativo… con notables excepciones autonómicas, eso sí.

Bajo el fragor de la batalla olvidamos que los trenes se paran, las luces se apagan, las empresas no pueden instalarse por falta de suministro eléctrico a causa de la escasez de infraestructura, las carreteras se bachean, los precios de los alimentos suben y las pulseras que han de proteger a las mujeres amenazadas fallan más de lo esperado.

Con la gresca en curso dejamos de percibir la terrible crisis de acceso a la vivienda, especialmente para los jóvenes, incapaces de conseguir un hogar digno porque los precios se han disparado, la oferta escasea y no hay visos de mejora. Etc.

Pero calma, no entre en pánico. En esta España paralizada resuena fuerte la voz, allende los mares, desde los EE. UU. de América, de nuestro carismático líder, que anuncia que en 2027 se presentará de nuevo a las elecciones, persuadido de revalidar la mayoría… ¿Qué mayoría, se preguntará usted? Pues lo mismo me pregunto yo.

Javier López-Escobar

Contendiente corto de vista

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