Las dificultades de ser tonto

John Cleese, ese inclasificable talento inglés, dijo una vez esto:

Si eres muy, muy tonto, ¿cómo puedes darte cuenta de que eres muy, muy tonto? Tendrías que ser relativamente inteligente para darte cuenta de lo tonto que eres. Hay una investigación maravillosa de un tipo llamado David Dunning en Cornell, que es amigo mío, me enorgullece decir, y que ha señalado que para saber lo bueno que eres en algo, en primer lugar, se necesita tener exactamente las mismas habilidades que para ser bueno en eso.

Lo que significa, y esto es tremendamente gracioso, que, si no eres nada bueno en algo, entonces te faltan exactamente las habilidades que necesitas para saber que eres un bueno para nada.

Lo puedo explicar con otra frase genial: ¿Sabes cómo, cuándo mueres, tú no te das cuenta, pero la gente a tu alrededor sufre? Lo mismo pasa cuando eres gilipollas.

Y ¿A qué viene esto?
Pues que viendo lo que está pasando, particularmente en España, es preocupante.

La gente, cada vez más, se alinea a la extrema derecha. Ver estadísticas que muestran que un 20% de la población cree que la dictadura tampoco fue tan mala como dicen es preocupante. Que un alto porcentaje de estos sean jóvenes, es preocupante. Que teniendo todos los medios para informarse debidamente sigan tragándose bulos e historias sin sentido, es preocupante. Que quieran votar a un tío que se dice patriota, católico, estadista y que va a cambiar al país para mejor, cuando es un tipo divorciado, racista, extremista, corrupto, manipulador, mentiroso y creador de bulos constantes, es más que preocupante. No sé la verdad qué ha venido a aportar un partido como VOX a la sociedad, que no sea más división, mas crispación, más violencia, mas miedo…desde su aparición, más gente se siente validada en sus creencias sobre la inmigración, sobre el papel de la mujer en la sociedad, sobre la tolerancia y sobre las ideologías. Yo no defiendo a ninguna en particular porque sé que las ideologías son un invento para dividir y crear soldados, pero está claro que algunas de las banderas de una y otra son rojas o no. Una bandera roja (señal de alarma) es acusar al inmigrante de todos los males. El colectivo más vulnerable, el más débil, el más desprotegido, es el “target” de esos grupos de extrema derecha. No hay estadísticas que valgan, los bulos dicen que los inmigrantes viven de las subvenciones, (no como el líder de VOX, esas subvenciones que recibe y que lo hacen vivir a cuerpo de rey “son bien”), que son infractores de la ley, que roban, que violan y que buscan imponer su religión o buscan acabar con el estilo de vida occidental. Eso nunca ha pasado en la historia de la humanidad, que no sea por medio de una invasión armada, pero da igual. Lo importante es culpar a alguien, y dos, hacerlo de tal forma que no suene tan mal. En Europa, en Alemania concretamente, hubo una campaña política en la que denunciaban que los partidos progresistas, para “consentir” a estos grupos de extranjeros, querían prohibir el uso del bikini. Y ya puestos, lo siguiente era prohibir el vino y el cerdo. Nada era cierto ni tenía ningún sentido, pero lo importante es crear esta división cultural. Al final, lo que se busca es crear esas rendijas por las que se cuelen dos conceptos de manera muy sutil. La que sostiene que hay diferencias culturales irreconciliables y, que tienes problemas económicos por culpa de los inmigrantes, ya sea porque te quitan el trabajo, o reciben los apoyos que te pertenecen o son objeto de servicios por los que no han aportado nada.

Estas formas, que suenan igual al viejo pensamiento de “yo no soy racista, pero…” se presentan de tal forma que mucha gente las acepta, sin darse cuenta de lo blanqueado que está el concepto. Si desnudas toda esa palabrería, lo único que te queda es el discurso de odio, de intolerancia, de ignorancia y de que, en el fondo, hace falta escuchar más a John Cleese.

José Luis Haces 

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