De entre los libros curiosos que rescaté de la casa de otra lectora empedernida, mi tía Marina, hermana de mi abuela materna, está una guía de viaje publicada en 1908, llamada “nueva guía de Tierra Santa”, editada en Barcelona por la Tipografía Franciscana y cuyo autor, el padre Bernabé Meistermann, era considerado uno de los más insignes palestinólogos de entonces.
La preocupación por la terrible situación que se vive en la franja de Gaza me ha llevado a hojear de nuevo esta publicación, que nada tiene que envidiar a las modernas guías de viaje, aunque según dice su autor, “no es ella (esta guía) un manual de turista, sino más bien un vademécum de peregrino”. En el libro podemos hallar, planos, rutas, horarios de trenes y barcos, precio de los billetes, consejos sobre cómo comportarse, moverse y desplazarse entre una y otra frontera, hasta alcanzar Tierra Santa, junto con el Líbano y Damasco por el norte, y Gaza y Bersabé por el sur.
Son más de 700 páginas escritas en letra pequeñita que describen con todo lujo de detalle, y de forma muy amena, cada etapa del camino. No creo equivocarme si afirmo que puede que sea una de las mejores guías de viaje jamás escrita, en la que, a pesar de que ha transcurrido bastante más de un siglo desde su publicación, se pueden encontrar gran cantidad de informaciones útiles aún hoy día.
Sin embargo, en 2024, avanzado el siglo XXI, lejos de prevalecer la paz y el entendimiento en una tierra considerada como sagrada por las tres grandes religiones que nacieron allí, no parece que Oriente Próximo, como tradicionalmente se conocía al conjunto de países más allá del estrecho del Bósforo, sea un lugar muy recomendable para hacer turismo despreocupado. Siria, el Líbano, algunas zonas de Jordania y ahora el propio Israel, han dejado de ser lugares frecuentados por extranjeros.
Es triste constatar cómo, a pesar de que las tres religiones imperantes en Tierra Santa predican el amor al prójimo como uno de principales valores, pilar y fundamento de todo lo demás, con expresiones en sus textos sagrados como las siguientes: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37–39), «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19:18), «Ninguno de vosotros tiene fe hasta que améis a vuestro prójimo lo que amáis para vosotros mismos» (Hadiz # 13 del libro “Los cuarenta Hadices”), hacen caso omiso y se dedican a intercambiar sangre y muerte.
A pesar de todo, la política se las arregla para volver negro lo blanco o, cuando menos, gris, de modo que se diluyan los principios y reinen las pasiones, impulsando a hombres y mujeres, que deberían amarse, a batallar en nombre de su Dios, como si Éste necesitara de ayuda para dirimir sus diferencias con los hombres. Choca que alguien pueda actuar en nombre del Todo Poderoso sin advertir que al suplantarlo desconfía de su poder.
Se inicia el viaje indicando que “Los viajes a Palestina pueden hoy hacerse con no menor facilidad que por los países de Europa”, y a partir de la página 584 de la guía, el padre Bernabé describe el camino entre Jafa y Gaza, viaja en coche 73 kilómetros por una carretera que califica de mala, empleando unas 10 horas en el recorrido, con un coste de 60 francos. Este palestinólogo franciscano va describiendo con tanto primor el camino, que es fácil que la imaginación nos sitúe allí y que se avive el deseo de conocer todo aquello y la ingente cantidad de historia que atesora.
Llega a Gaza, que “ocupa una colina de 30 metros de altura en el centro de un fértil valle de 5 kilómetros de ancho, circundan la población huertos y bosques de maravillosa belleza; su distancia al mar es de 3 km y ½”
Gaza, continúa, “en hebreo Azzah (la fuente) y en árabe Ghazzeh, es una de las más antiguas ciudades de que habla la Biblia. De ella se ocupa el Génesis al tratar de los límites del país de Canaán, diciéndonos que estaba habitada por los Heveos”, que algunos afirman que procede del hebreo jiwwî, que significa habitantes del campo o aldeanos, y otros de hawwãh, pueblo de tiendas, en árabe hiwã, grupo de tiendas. En todo caso una de las razas de cananeos que ocupaban el país antes de la conquista israelita (Gn. 10:17; Éx. 3:17; Jos. 9:1, 2).
La historia de Gaza está llena de batallas, sangre y mártires, desde que Thutmés III la eligió como base para atacar Siria, hasta nuestros días, siempre ha estado en medio de disputas territoriales, políticas y religiosas, pasando de mano en mano, invadida y esclavizada en incontables ocasiones a lo largo de los siglos, siempre rebelde, resistente a los persas y hasta a Alejandro Magno, cuyo el asedio duró dos meses del año 332 a.C. concluyendo con todos los hombres masacrados, la plaza saqueada y las mujeres y los niños vendidos como esclavos.
Durante la dominación romana, el imperio dio el cetro de ese territorio a Herodes, que nombró a su cuñado Kostobar, marido de Salomé, precepto de Gaza, para luego ser ejecutado por conspirador. No parece esta una tierra afortunada, al menos durante demasiado tiempo, pues hasta nuestros días pocos han sido los periodos de paz que ha vivido.
Sigue la Guía relatando el estado de la ciudad, recién iniciado el siglo XX, una de las más grandes de Palestina, con 40000 habitantes, “1000 de ello griegos no-unidos, 150 israelitas, 100 católicos de ritos diversos y 50 protestantes. El resto lo forman musulmanes” (…) “La ciudad, no menos fea por adentro que hermosa desde fuera, está dividida en 2 partes…” y así va describiendo una urbe bien constituida, con historia y monumentos y servicios públicos a la altura de lo esperado en cualquier ciudad. Me llamó la atención que uno de los lugares que señala en gaza es aquél en el que paró a descansar la Sagrada Familia en su regreso desde Egipto tras huir de la matanza de los inocentes de Herodes.
El conflicto de Gaza no es un conflicto más, nos toca más de cerca de lo que parece, lo que allí sucede está pasando en el lugar en el que nace nuestra cultura, nuestro modo de ver la vida, nuestra forma de ser y pensar en Europa y más en España, donde convivieron en paz durante siglos cristianos, hebreos y musulmanes hasta que la política, que no la religión, provocó la expulsión de unos y la reconquista del territorio ocupado por los otros.
Los análisis sobre la tragedia actual que están viviendo en Gaza y en Israel no pueden realizarse con brocha gorda, se necesita mucho tiempo y mucho más conocimiento del que tenemos, al menos yo, para poder tener una mínima idea de lo que realmente ocurre. Se oyen demasiados análisis de parte, juicios de valor, calificaciones superficiales de buenos y malos, opiniones cargadas de ligereza, o propuestas mágicas de solución a un conflicto del que sabemos realmente muy poco, en el que los aparatos de propaganda y desinformación operan a toda máquina para justificar lo injustificable ante la opinión pública.
Hace falta tiempo, sensatez, prudencia para tener una idea justa de lo que está sucediendo y, si hemos de tomar parte por alguien, hagámoslo por los que sufren las consecuencias del conflicto, apoyando a las organizaciones que les prestan ayuda, sin avivar el fuego con inútiles bravatas desde la distancia.
Javier López-Escobar