Dejamos agosto atrás y, aunque aún quedan días por delante en los que cualquier chispa puede dar al traste con el monte, el peligro se va alejando, el dispositivo contra incendios está algo más relajado y se acerca el momento de hacer balance.
En términos generales, en España, el número de incendios forestales era creciente hasta mediados de los años 80, con una superficie máxima de 484.475,20 ha calcinadas en 1985, cifra similar a la de 1978, 1989 y 1994. A partir de 1994 se produjo un notable descenso de los siniestros para situarse en una superficie ligeramente superior a las 100.000 ha en la última década, habiéndose alcanzado en 2014 el segundo valor más reducido de toda la serie con 48.717,83 ha.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, este descenso se explica por la progresiva implantación, desarrollo y mejora de la eficacia de los dispositivos de extinción de incendios forestales autonómicos, tras el traspaso de competencias desde el Estado.
Los incendios forestales en España se clasifican, por la causa que los origina, en cinco grandes grupos: rayo, negligencias o causas accidentales; intencionados de causa desconocida y reproducción de un incendio anterior. El rayo, única causa natural, totalmente ajena a la actividad humana, es la más baja en importancia con un 7% del total nacional, mientras que el 50 % de los siniestros son intencionados, especialmente en el norte de España, con diferentes motivaciones, entre las que no destacan rebajar el precio de la madera o recalificar el suelo, ambos prohibidos por ley tras un incendio.
La comunidad autónoma de Castilla y León registra de media algo más del 13% de los incendios superiores a 1 ha en España, siendo su superficie forestal de 5,1 millones de hectáreas, más del 20% del total nacional; la de la provincia de Segovia supera las 360.997 ha, lo que supone algo más de la mitad de su superficie total de la comunidad; de ésta, el 36% corresponde a montes públicos y el 64% es propiedad de empresas o particulares. Nuestra provincia es la primera en porcentaje de montes de gestión pública y también la que sufre el menor número de incendios, 711 entre 2014 y 2023, un 5,02% del total regional.
Algunas personas, ajenas a la información real sobre los incendios forestales o sobre cualquier asunto que requiera leer más de dos líneas de un medio serio, desde la comodidad del sillón de su casa, levantan el teléfono móvil y creen que aportan algo a la sociedad cuando con su dedo pulgar presiona la pantalla y comparten en redes una tierna y bucólica foto de un rebaño de ovejas con el lema: “¡Políticos, escuchad! una oveja apaga más incendios en invierno que un bombero en verano”, mientras critican duramente a políticos, administraciones y agentes medioambientales, lo que automáticamente es aplaudido por centenares de miles de desconocidos, desde sus sillones respectivos, sin que ninguno de ellos dedique medio minuto a pensar, al menos, en el número de ovejas, perros y pastores que harían falta para tal propósito, al tiempo que su conciencia queda tranquila en la idea de que están participando y de que pertenecen al bando correcto de la progresía comprometida con “el planeta”, extendiendo la desconfianza en las autoridades competentes en materia de incendios.
Existen algunos rebaños de ovejas bomberas que se dedican preferentemente a desbrozar de manera sostenible el terreno y son una herramienta eficaz en la prevención del fuego, pero amén de otros muchos razonamientos, detengámonos en uno facilón: una oveja puede llegar a consumir entre 15 y 20 metros cuadrados de hierba al día. Si lo multiplicamos por 10 ovejas, supondría un total de una hectárea segada por jornada. Los ecosistemas forestales de España ocupan algo más de 26 millones de hectáreas, de modo que sería necesario dispersar por ellos doscientos sesenta millones de ovejas, para asegurarnos de que el monte está limpio. Un cabrero y dos perros por cada 500 ovejas harían un total de quinientos veinte mil pastores y más de un millón de canes entrenados. Si tenemos en cuenta que el censo ovino español, primero en importancia de la Unión Europea, cuenta con unos catorce millones de cabezas que, como mucho, paren un cordero al año, tal vez sea más factible continuar fortaleciendo el dispositivo de prevención y extinción de incendios.
Segovia, tierra de buen lechazo, es también ejemplar en la prevención y lucha contra los incendios forestales y, desde mi punto de vista, debe su éxito comparativo con el resto de España, no a las 268.000 ovejas que se crían en las 692.065 ha de nuestro territorio (0,4 animales por ha), sino a dos factores fundamentales: el primero es el alto porcentaje de superficie que está en producción, ya sea pública o privada, porque los ciudadanos suelen cuidar lo que les da de comer; y la segunda es que el dispositivo público de prevención y extinción de incendios forestales está compuesto por grandes profesionales, extraordinariamente competentes, que trabajan todo el año de un modo excelente.
Esto último lo conozco de primerísima mano y, si bien soy consciente de que aún hay un considerable margen de mejora y de que las condiciones de las personas que se enfrentan al fuego no son siempre las mejores, debo insistir en que se trata de un conjunto humano excepcional, mucho menos valorado y conocido de lo que merece. Es imperativo reconocer adecuadamente su trabajo y seguir mejorando sus condiciones laborales y los recursos a su disposición. Nos va el futuro en ello.
Javier López-Escobar