Adiós, Hemingway

Antes de empezar les confieso mi admiración, devoción por Leonardo Padura, el escritor cubano autor de casi una veintena de libros, de los que he leído casi todos. La mayoría es ficción, aunque también tiene un delicioso libro con confesiones personales “Agua por todas partes” donde nos explica y justifica por qué sigue viviendo en La Habana sin que eso signifique un apoyo al régimen castrista. Y alguno en el que mezcla la ficción con la investigación de algún personaje como este que hoy les comento.

La mayor parte de las novelas están protagonizadas por un policía llamado Mario Conde, ésta en concreto es de las últimas protagonizadas por él. Adiós Hemingway es una novela deliciosa, por su trama, por su desarrollo, por la personalidad del policía Conde, por el lenguaje de Padura, etc. Es una novela policiaca, triller, negra, como quieran llamarla. Como todo Padura es algo especial, distinto, maravilloso. Les confieso que la leí hace ya unos años y la he releído ahora para escribir este comentario. Estaba deseando hacerlo, mi recuerdo era de una novela muy buena. Y les digo que me enganché desde las primeras líneas y me la leí casi de un tirón, he vuelto a disfrutar, es algo excepcional.

Mario Conde lleva unos años retirado y ahora se dedica a la compraventa de libros antiguos, además, intenta ser escritor. Pero su antiguo jefe le pide ayuda para resolver un caso. En el jardín de la casa museo de Hemingway en La Habana se ha descubierto el cadáver de un hombre asesinado hace cuarenta años, al parecer de dos disparos. El muerto era un agente del FBI desaparecido en esas fechas. Y, conociendo la vida que llevó el escritor las autoridades actuales le quieren “adjudicar el muerto”. Y Mario Conde pretende averiguar la verdad para salvar la memoria de Hemingway dentro de lo posible. Y es que, Padura reconoce la gran influencia que Hemingway tuvo en su vocación de escritor, sobre todo en sus primeros libros, pero esa “adoración” se rompió por el comportamiento del americano durante “nuestra guerra de los mil días” (me suena mejor que guerra civil) en el famoso caso Robles. La escritura de esta novela le ha servido a Padura para “reconciliarse” con Hemingway, aunque sea muchos años después.

El propio Padura explica en una nota al principio, que los sucesos son reales y demostrables, pero tamizados por la ficción, mezclados de tal forma, que al final, ni el propio Padura sabe dónde empieza la ficción y donde la realidad. De hecho, para escribir este libro, se entrevistó con un par de personas de aquellos días, del entorno de Hemingway y ahora ya nonagenarios. Y es que estamos hablando de Ernest Hemingway, premio Nobel de literatura, seguido y admirado por millones de lectores en todo el mundo. Quiero decir que me parece maravilloso cómo en la novela podemos revivir los últimos tiempos de la vida del genial Hemingway, contado como una biografía novelada, manteniendo el interés narrativo y el culto por el escritor y todo con un ritmo de novela policíaca. A veces parece que el protagonista es el propio escritor estadounidense. Padura emplea este mismo estilo en otra gran novela El hombre que amaba a los perros sobre el asesinato de Trotsky y de la que algún día les hablaré. En esto Padura es un gran maestro.

Además, la novela es una descripción maravillosa de la Cuba de los Castro, decrépita, sucia, pobre, donde la gente tiene que buscarse la vida diariamente como puede, malviviendo, pero felices con la música, el mar, el alcohol, las mujeres. Y Mario Conde, el policía, es un personaje de esa Habana vieja, te le imaginas desaliñado, amante del buen ron, mujeriego, eternamente abandonado por sus parejas, amigo de sus amigos hasta el extremo, sus pocos amigos son su única familia y los arrastra en todas sus novelas. Honrado, intenta ser un policía ético, integro. Las novelas rezuman la miseria de la isla, los fracasos, las nostalgias.

La novela narra momentos maravillosos de la vida de Hemingway, como el de la aparición de un revólver envuelto en un blúmer (braga) de Ava Gardner que conserva en un cajón. No sé si existió de verdad ese blúmer, pero me gustaría pensar que fue verdad que perteneció a Ava porque le va muy bien al peonaje de Hemingway y a su vida. Una recreación genial del escritor que se parece mucho a lo que cuentan sus biógrafos, con otros aspectos de su vida menos “dulces” como los tratamientos con “electroshock” a que fue sometido en Estados Unidos para intentar curar sus depresiones y pérdidas de memoria. Es decir, momentos agridulces.

En fin, una novela estupenda por el tema y por cómo está desarrollado y magistral por cómo Padura lo trata, con ese tono sensual, ameno, alegre de los cubanos. Y todo manteniendo el interés, el misterio hasta el final. Y también un tratamiento exquisito de los comportamientos morales de los personajes, lo que ayuda a engrandecer la novela. Según se va acercando el final, no quieres que termine y además es que no adivinas cómo va a hacerlo, parece complicado salir de este caso, pero el maestro Padura lo soluciona magistralmente y el final te deja satisfecho.

Termino. Para los seguidores y amantes de las novelas de Padura, para los admiradores de Hemingway y en general para los lectores de novelas policíacas que quieran algo distinto, es una novela imprescindible, Léanla en papel, en un libro de verdad, el digital es otra cosa.

Al menos a mí es lo que me parece.

Heliodoro Albarrán 

 

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