Decirles que Stefan Zweig es uno de los grandes, de los mejores escritores del siglo pasado, creo que es una opinión que comparto con un gran número de lectores y de críticos. He leído prácticamente todas sus obras, al menos las traducidas al castellano y puedo afirmar varias cosas. Es un extraordinario biógrafo, para algunos críticos, sus biografías de personajes históricos son de las mejores de siempre. Además, es un gran ensayista, con libros donde analiza las obras y los trabajos de grandes escritores y pensadores de la historia. Y tiene una autobiografía El mundo de ayer considerada por todos como un ejemplo. Y ficción. Escribió un buen número de novelas, alguna de ellas muy buenas. Les prometo que no dejaré de comentarles y recomendarles más libros de este gran vienés.
No recuerdo cual fue el primer libro suyo que leí, pero les aseguro que desde hace ya muchos años tengo a Zweig entre mis imprescindibles, entre los que vuelvo a leer de vez en cuando. Y hoy les voy a hablar de una pequeña joya. Un libro de formato pequeño y de poco más de 50 páginas. Parece imposible que en tampoco espacio sea Zweig capaz de hacer sentir la belleza del relato, su cautivadora prosa.
Esta pequeña obra de arte narra en la voz de un personaje que no conocemos, la historia de un extraño librero, que no tiene tienda, que va todos los días a la misma mesa del mismo café de Viena y allí recibe a los clientes y amigos que le preguntan, consultan y piden cualquier libro que estén buscando y Mendel tiene todo en la memoria, sabe todo sobre libros y soluciona todo. Es un inmigrante judío ruso que es querido y apreciado por todos. Pero en 1915 es detenido y enviado a un campo de concentración acusado de colaborar con los enemigos del Imperio austrohúngaro. Y todo cambia en su vida. Como en Europa durante la Gran Guerra. Los acontecimientos siguientes son tristes, sorprendentes, intrigantes.
Se puede hablar de muchos temas que el libro contempla: el amor, los libros, la injusticia, el olvido de las gentes, la guerra que marcó el final de una época, campos de concentración, la relación de los judíos con el resto de la población. Pero el gran tema puede ser la memoria, lo fácil que olvidamos, el clásico “tanto tienes, tanto vales”.
No quiero contar más porque el libro es muy corto, se lee de una vez, sin pausa. Son poco más de 50 páginas de pura magia. Un relato sencillo, sin florituras, lleno de sentimientos, de sensibilidad. Sin apenas diálogos porque no hacen falta. ¡Qué poco necesitan los genios!
Me ha pasado con otros libros de Zweig, cuando los termino me pregunto ¿cómo puede Zweig hacer esto? Y “esto” es emocionarte, sentir, disfrutar. En el libro el narrador dice en un momento determinado “¿Para qué vivimos si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?” Se me ocurre una respuesta, vivimos para seguir leyendo libros que dejan huellas imborrables como los de Stefan Zweig.
Para disfrutar leyendo, para seguir amando la literatura, para regalar a un amigo, a un ser querido. Una pequeña maravilla de la literatura.
Léanla en papel, en un libro de verdad, el digital es otra cosa.
Al menos a mí es lo que me parece.
Heliodoro Albarrán