Hablar de Francisco Umbral es hacerlo de uno de los mejores escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Así es generalmente reconocido por los críticos, estudiosos y por los lectores. Además, fue ganador de los premios más importantes de nuestras letras: Premio Nacional de las Letras en 1997, Premio Princesa de Asturias en 1996, ganador del premio Nadal en 1975 con “Las ninfas”, ganador del premio de novela Fernando Lara de 1997 y otros muchos, también por su labor periodística.
Escritor muy prolífico, es autor de más de una treintena de novelas, relatos cortos, ensayos, poesía, diarios. Y, además, fue un gran articulista en prensa durante muchos años. Yo, personalmente, esta faceta de articulista es en la que más me gustó. Durante años fui seguidor de sus artículos en el diario El Mundo. Y en cuanto a su obra narrativa me quedo con “Mortal y Rosa” dedicado al duelo por la muerte de su hijo. Y después “La forja de un ladrón” que hoy les voy a comentar.
En las primeras páginas de la novela Umbral dice “Guerra, posguerra, cine, historia, muerte. Hay un placer primario y muy culto en el saber robar. Robar requiere buenos dedos, como tocar el violín. Y una cabeza rápida. Mi personaje… La posguerra le ha lanzado al estraperlo como el mar arroja piratas a los puertos peores. Ante la pureza mártir de la madre, bajo su sombra blanca lo que va haciéndose es un artista de la vieja cultura del robo”.
Creo que en este párrafo está condensadas el resto de las páginas de la novela. Años cuarenta en una ciudad de provincias que no cita, pobreza y estrecheces de la posguerra. Además, una madre “viuda de un rojo”, enferma de tisis, muy aficionada al cine quizás para olvidar todo lo demás, para entretenerse y pasar menos hambre.
Muy bien ambientada en esa España, donde conviven los falangistas, los ganadores de la guerra y los perdedores. Por un lado, el dolor y el hambre y por otro los que tienen el poder. Y en este ambiente, el niño protagonista encuentra en el robo la salida a una venganza personal contra todos y contra todo. Y se da cuenta que le gusta y se le da bien. Y hace sus pinitos en el estraperlo y le resulta fácil. Todo le lleva a ir creciendo como ladrón y así va avanzando la novela.
Y mucho cine, muchas referencias a actores, actrices, grandes películas, clásicos universales. Humphrey Bogart es el gran mito de la madre y de él. Casablanca es una película que es muy importante en la novela. Y mucho más cine.
Un comentario para el final, un recurso literario magistralmente realizado. La novela no termina como tal, nuestro personaje se monta en un tren hacia Madrid para allí empezar la verdadera carrera de ladrón. Y cada lector saca conclusiones, cada uno imagina la continuación. Esto de dar la sensación de no terminar, le pasa en otras de sus novelas. Leí hace unos años, cuando yo empezaba mi aventura de leer la inmensa obra de Balzac “La comedia humana” y en la que todavía estoy, que las novelas de Balzac eran todas y cada una de ellas como una parte de un gran ciclo narrativo y es posible que la obra de Umbral haya que verla también como un gran ciclo narrativo de la España de esos años.
Toda la novela respira picaresca, rezuma humor, ironía. Es de muy agradable lectura. Con las páginas justas, muy amena y entretenida. Con un gran dominio de los tiempos, del vocabulario, de los personajes. En fin, me gustó en su día y la he vuelto a disfrutar ahora y por eso se la recomiendo. Encarecidamente. Léanla, disfruten de una buena novela. Como siempre les digo, léanla en un libro de verdad, el digital es otra cosa.
Al menos a mí es lo que me parece.
Heliodoro Albarrán