Novela de ajedrez

Volveré a insistir. Stefan Zweig es, para mí, uno de los más grandes escritores del siglo pasado. Y del grupo de grandes, a mí, es de los que más me gusta. Un maestro en las biografías, en los ensayos, en su autobiografía y en las novelas. “Novela de ajedrez” que hoy les comento es para muchos su mejor novela. Es una novela corta, apenas noventa páginas, como la mayoría de las suyas.

Esta es al parecer la última novela que escribió antes de su muerte, que llegó en 1942 en la ciudad brasileña de Petrópolis, a donde había llegado hacía algunos años huyendo de los nazis y de sus depresiones. Se suicidó junto con su segunda mujer, tomando unas pastillas. La imagen del matrimonio en la cama, ya muertos ambos, uno enfrente de otro, como mirándose es una imagen muy conocida. Leí hace tiempo que ella se tomó las pastillas unos minutos después, ¿veinte minutos? Y desde entonces me pareció fascinante el llegar a saber lo que pasó por la cabeza de esa mujer en esos interminables minutos. Dejó una pequeña carta de despedida en la que agradece a Brasil su acogida y lamenta el hundimiento de Europa, confiesa su falta de fuerzas para seguir empezando de nuevo en otros lugares y termina con una frase, con un tono casi irónico: ”Mando saludos a todos mis amigos. Ojalá vivan para ver el amanecer tras esta larga noche. Yo, que soy muy impaciente, me voy antes que ellos”.

Este hombre, este inmenso escritor, da forma en “Novela de ajedrez” a un relato que conexiona la psicología, la psiquiatría, el ajedrez, y todo magistralmente como siempre. La trama es sencilla, un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires de un campeón del mundo de ajedrez, ficticio, el yugoslavo Czentovic, que se dedica últimamente a jugar por dinero y ganar casi siempre. Antes de seguir, debo decir que no hace falta saber jugar al ajedrez para leer y disfrutar esta novela, doy fe.

El campeón es un jugador talentoso que sin embrago muchos le reprochan el que no sepa jugar “a ciegas”, de memoria. Todo lo contrario que un personaje que se encuentra en el barco y que aprendió a jugar leyendo miles de veces un libro que reconstruía las partidas más importantes de grandes maestros. Estaba encarcelado, aislado en una celda por los nazis y consigue el libro, y es su salvación. Le torturan varias veces para conseguir información, pero aguanta. Y consigue mentalmente jugar infinitas partidas, sin tablero, de memoria. Hasta su salvación. Y ambos personajes coinciden en el barco y juegan.

Durante la travesía se plantean infinidad de debates en torno al ajedrez, se constata que el campeón del mundo apenas sabe leer y evita hablar para no quedar en evidencia. El ser un grande del ajedrez o virtuoso en cualquier otro arte o destreza no garantiza una capacidad intelectual o habilidad para ser también el mejor en la vida. El tema de la derrota es un tema importante en el libro, un antiguo campeón dijo que perder una partida de ajedrez no era la muerte, era peor. En un libro sobre educación leí una opinión sobre la enseñanza del ajedrez en los colegios y concluía sobre la necesidad de que los niños sepan que ellos, solo ellos son responsables de sus errores, en ajedrez no se puede culpar a otro.

Es una novela también conmovedora de crítica al nazismo y a sus métodos y en este relato breve y original se incita a la reflexión. Otros temas importantes que se plantean son si uno puede escapar de sí mismo, cómo enfrentarte al miedo para no ser víctima de tus verdugos. Por que como siempre, Zweig indaga y profundiza en el alma de los personajes, en sus pensamientos. Es una novela redonda, con un buen manejo de la intriga y la tensión del relato.

“Novela de ajedrez” se lee de un tirón, disfrutando cada palabra, con la tensión de cada página, con el retrato interior de cada personaje. Es un relato intenso, con sabor agridulce, inolvidable. En fin, una novela muy recomendable. Me ha gustado mucho una frase que me ha hecho pensar: “….el ajedrez al ser un juego del pensamiento desligado por completo del azar, es lógicamente un absurdo querer jugar contra uno mismo”. Por una parte, siempre había oído que los jugadores de ajedrez jugaban a veces partidas contra ellos mismos, como entrenamiento. Y por otra, me sorprende lo de “desligado por completo del azar”, tengo que pensar sobre ello.

Termino, una joya literaria, una más de Zweig, creo que hay que leerla. Y se la recomiendo muy encarecidamente. Me lo agradecerán. Pero ya saben, léanla en un libro de papel, en un libro de verdad, el digital es otra cosa. Al menos a mí me lo parece.

 

Heliodoro Albarrán

 

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