Ir a La Habana

Antes que nada. Carta al presidente. Perdón por no contestarle antes. No le deseo una Feliz Navidad porque usted no cree en ella. Para muchos de nosotros sí será feliz porque estamos convencidos de que será su última navidad como presidente. Todo ha sido una trampa sobre otra, de un mindundi, un jugador frustrado de baloncesto, un tramposo estudiante con títulos espurios, un trepa político capaz de engañar a todos durante mucho tiempo, pero ya no caben más trampas, la corrupción le ahoga, ha caído usted en sus propias trampas. Y con usted la sota, la inmoral, y la serpiente que se tragó a bambi. Un último movimiento de péndulo, un tictac final. Usted, el cobarde deja una frase “si quieren algo que lo pidan” y la gente moría. Vita pergit.

Ya les he confesado en otras ocasiones mi debilidad por Leonardo Padura, el escritor cubano más importante de las últimas décadas. Acaba de publicar “Ir a La Habana”, un libro que combina narrativa, autobiografía, historia y actualidad sobre la ciudad de la Habana. El título viene de la extrañeza cuando su madre decía a sus hijos que tenían que “ir a La Habana” porque realmente Leonardo vivía y sigue viviendo en La Habana, en un barrio de la periferia. Esto me ha hecho recordar que a mí me pasó algo parecido. Yo nací y viví hasta los diez años en el barrio de San Lorenzo, y siendo un niño, mi madre hablaba de tener que “subir a Segovia” a comprar o al médico.

El libro contiene unas cuantas páginas de fotos de La Habana actual y pasada que son muy interesantes y además entrañables y que complementan bastante bien el texto. El libro está dividido en dos partes. La primera es una especie de biografía de Leonardo Padura al tiempo que un repaso histórico de la capital, recorremos con él los barrios por donde jugó y creció. Es un recorrido vital por la ciudad. Vamos recordando los tiempos buenos de La Habana cuando se la llamaba “la Niza, el Montecarlo del Caribe”. Fundada en 1519, la ciudad llega al S. XIX en pleno crecimiento, 1839 marca una época boyante y esplendorosa. Llega la independencia (1902) y en 1913 dice Padura que en La Habana había más coches que en Madrid y Barcelona juntas, como muestra de su boyante situación.

Vamos recorriendo la ciudad, nos cuenta su pasión por el beisbol, curiosa la parte que dedica a hablar de la masonería y la pertenencia a ella de su padre y nos relata lo importante que ha sido su influencia (de su padre y la masonería) así como del catolicismo, en su formación, su ética personal. Vamos viendo cómo Padura empieza a sentirse escritor. La llegada de la revolución todo lo cambia, “apagó las luces de la ciudad”, las primeras medidas socialistas prohibiendo toda propiedad privada, cierre de comercios, incautación de terrenos particulares, reclutamiento forzoso de hombres para trabajar en plantaciones de azúcar, café, etc. Y llega la miseria, la pobreza que nos va relatando con minuciosidad. Y cómo todo esto se prolonga hasta nuestros días. Social-comunismo, lo de siempre.

Todo lo anterior lo va completando con fragmentos de sus novelas donde podemos conocer los lugares que le inspiraron y que luego cuenta en sus novelas. Me parece un acierto importante. Y es un complemento muy interesante, releer fragmentos de sus novelas y comprobar que, lo que sus personajes contaban y sufrían era así en la realidad. Muy interesante. Una primera parte deliciosa.

Y la segunda parte es totalmente distinta. O no tanto. En ella podemos leer los mejores artículos y crónicas que Padura escribió cuando trabajó de periodista para varios periódicos habaneros. Y son una serie deliciosa de crónicas sobre barrios donde jugó, se enamoró como El Malecón, La Rampa, El Calvario, el castillo de la Maestranza de Artillería, ahora en ruinas, Deliciosa la crónica de la historia del Barrio Chino.

Es muy interesante en esta segunda parte las páginas que dedican a la presencia española, catalana en concreto, en la isla. Vemos los grandes emprendedores, empresarios catalanes que fundaron auténticos imperios en muchos ámbitos y que los nombres comerciales han llegado hasta nuestros días como Partagás y Ron Bacardí por ejemplo. Grandes fortunas, grandes mansiones y palacios cuando el esplendor de La Habana.

Y termina el libro con un epílogo que titula” La Habana llora” que no merece más comentarios como resumen de la situación actual de la isla.

En fin. Espléndido libro. El maestro Padura hace un relato de uno de los personajes de sus novelas: La Habana, porque al fin y al cabo la ciudad tiene una importancia crucial en las tramas y el desarrollo de sus obras. Libro que engancha, que arropa según vas leyendo. Fantástica experiencia para los que conocen La Habana, necesario para los que amamos la obra de Padura y muy interesante para los lectores de libros buenos. Muy recomendable, un libro que deja muy buen sabor de boca. Léanlo, en un libro de verdad, de papel, el digital no es un libro, es otra cosa. Al menos es lo que a mí me parece.

Heliodoro Albarrán 

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