Como una película de Indiana Jones

Hoy os traigo una historia de película, al puro estilo de Indiana Jones, que se desarrolló en nuestra provincia entre los años 30 y 50 del siglo XX. No faltan los tesoros y los nazis, la única ausencia es la del protagonista, que nada tiene que ver con Harrison Ford muy a nuestro pesar.

Los que nacimos en la generación de los 80 y vimos en el cine las películas de aventuras, tenemos como uno de los personajes más carismáticos a Indiana Jones. Las aventuras protagonizadas por Harrison Ford nos transportaron a épocas pasadas, fundamentalmente de la Segunda Guerra Mundial. Las ingeniosas persecuciones con los nazis de las que siempre salía victorioso, logrando llevarse poderosos tesoros de la antigüedad, las mantenemos a buen resguardo en nuestra memoria. Y es que es inevitable no rememorar estas historias al hilo del relato que a continuación os muestro.

El legado arqueológico que se conserva en nuestra provincia es innumerable, hoy hablaremos de uno de los más conocidos, las necrópolis visigodas. Llama la atención que Segovia sea la provincia española con mayor número de necrópolis excavadas de este periodo, y no es que aquí contáramos con una superpoblación visigoda entre los siglos V y VIII de nuestra era, seguramente en otras provincias castellanas la densidad de población fue similar, la diferencia reside en el interés desmedido que se desarrolló por su estudio entre los años 30 y 50.

La historia comienza en tiempos de la Segunda República, concretamente en 1932, en un pueblo del nordeste segoviano, Castiltierra. En la década de los años 20 surgieron los primeros hallazgos en el entorno de la ermita del Cristo Corporario. Además la noticia fue pública cuando al hacerse la carretera que comunicaba esta localidad con Fresno de Cantespino, a la altura de la ermita, se localizaron filas de tumbas con restos humanos y ajuares.

Un vecino de Sanchonuño, Juan García, conocedor de la situación fue a Castiltierra a ver de primera mano los hallazgos. Con la información obtenida, logró reunirse con el director del Museo Arqueológico Nacional (MAN), Francisco Álvarez-Ossorio, para exponerle la importancia del yacimiento. Desde esa fecha y hasta 1932, el expolio de la necrópolis fue incesante por parte de vecinos, aficionados y de los propios dueños de las parcelas. Finalmente, en 1932, tras la petición de la Comisión Provincial de Monumentos, la Junta Superior de excavaciones e investigaciones designó a Emilio Camps y Joaquín M.ª de Navascués, conservadores del MAN, que actuaron durante tres campañas hasta 1935.

Tras la Guerra Civil la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, denominada luego Junta Superior del Tesoro Artístico, es sustituida por la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas (CGEA), dirigida por Julio Martínez Santa-Olalla. Será Julio el protagonista del resto de la historia.

Santa-Olalla, y no Harrison Ford, había centrado sus investigaciones en el mundo visigodo. El estudio de las culturas de los antiguos pueblos germánicos durante sus años de permanencia en Alemania y el estudio sistemático de ajuares de época visigoda, son algunas pruebas de este fuerte interés. Aunque en 1940 inicialmente se quiere contar con el anterior equipo dirigido por Emilio Camps y Joaquín M.ª de Navascués, la partida de crédito prevista, 8.000 pesetas, no se libera, y por lo tanto no se desarrollan los trabajos previstos.

Pero aquí viene el dato curioso y donde entran los intereses políticos del franquismo a interesarse por este yacimiento segoviano. Parece ser que, de manera urgente, Santa-Olalla encarga a unos nuevos arqueólogos, Fletcher y Pérez de Barradas la realización de una breve campaña en el mes de octubre. El objetivo era dejar visibles varias decenas de sepulturas. El porqué de esta urgencia, era la visita de una delegación alemana de alto nivel presidida por Himmler, el jefe de la policía Nazi. Esta visita, con un claro fin propagandístico franquista, buscaba acercar a España a la Alemania Nazi para apoyar a las potencias del Eje. No deja de ser llamativa la intención del régimen franquista de vincular a nuestro país con Alemania a través de una necrópolis visigoda, y es que su fin era justificar que compartíamos un origen sanguíneo común, ya que el pueblo visigodo partió hacia la Península desde las tierras germánicas en el siglo V con el fin del Imperio Romano.

Esta visita “institucional” se financió con dinero del conde de Mayalde, duró solo tres días, y se contó con 30 obreros. Es curioso ver que se solicitaba que estos obreros fueran de parecido germánico, imagino que para confirmar la perdurabilidad de la raza germana en lo más profundo de Castilla.

Pero el mal tiempo truncó los planes de Santa-Olalla y finalmente Himmler no pisó Castiltierra. Aun así, no desvinculó sus objetivos políticos a las investigaciones y en 1941, gracias a la financiación de la Falange, con la ayuda del ministro José Luis Arrese, consiguió continuar con los trabajos arqueológicos. Mientras tanto, los arqueólogos del MAN fueron retirados a otros proyectos que curiosamente no contaron con ningún tipo de financiación. El cambio de dirección se justificó debido “a su importancia, interés político y conveniencia de imprimirles un ritmo acelerado”. El interés político radicaba en el proyecto de Santa-Olalla de destinar el yacimiento para que intervinieran en él conjuntamente Falange y la institución nazi Das Ahnenerbe, la asociación de la Alemania nazi para apoyar y financiar las actividades de investigación sobre la existencia y el pasado de la raza aria.

La excavación tuvo sus frutos y se recuperó un elevado número de objetos visigodos, que finalmente fueron enviados a la institución Das Ahnenerbe en Berlín, y ésta, a su vez, remitió un lote de piezas a Viena. Lamentablemente, esas piezas nunca volvieron a nuestro país.

Después de la intervención oficial de Santa-Olalla y hasta su cese como Comisario de Excavaciones en 1956, no se realizaron más trabajos en la necrópolis.

Santa-Olalla continuó con sus investigaciones vinculadas al mundo visigodo, de hecho, volvió a Segovia en 1952. Entre el 18 y 20 de agosto organizó una visita de la “Comisión Internacional para el estudio de los pueblos germánicos en la época de las invasiones”, visitando Castiltierra y Madrona, necrópolis esta última excavada entre 1951 y 1952 por Antonio Molinero, comisario de excavaciones en Ávila y Segovia entre 1941 y 1959. Molinero fue realmente quien recogió el testigo de Santa-Olalla y desarrolló una intensa política de excavaciones en diferentes necrópolis visigodas de la provincia. Duratón, Veladíez y Madrona fueron objeto de estudio exhaustivo.

De la visita de 1952 a Madrona se conserva un gran repertorio de fotografías. En ellas se ve a un número elevado de vecinos del pueblo con sus mejores galas para recibir a la comitiva internacional, incluido al embajador de Estados Unidos Lincoln McVeagh y su mujer. La escenografía estaba perfectamente preparada, no faltaba detalle, además de estar en perfecto estado de revista los restos arqueológicos de la villa romana y la necrópolis visigoda excavadas por Molinero, se colocaron estandartes con las banderas de las principales potencias del mundo en ese momento. Santa-Olalla quería recibir a lo grande a los representantes internacionales y en esta ocasión la lluvia no truncó sus planes. Si uno mira con detalle las fotografías en blanco y negro, no es fácil identificar las banderas de los diferentes países, solo dos son indiscutibles, la de Estados Unidos y la del recién estrenado estado de Israel.

Con todo esto al final podemos concluir que Santa-Olalla y la política franquista de excavaciones arqueológicas tuvo una importante interferencia ideológica, buscando en todo momento vincular a España con Europa, pero no me digan que no deja de ser curioso el cambio de bando tan importante en apenas doce años, de querer recibir a Himmler en Castiltierra, a colocar la bandera de Estados Unidos e Israel en Madrona. No me digan que estas curiosidades de una provincia no dan para una película del estilo de Indiana Jones.

Clara Martín 

 

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