Segovia en modo avión: sin cobertura política

Este verano, Alberto Núñez Feijóo nos regaló una de esas frases para el recuerdo: “las vacaciones están sobrevaloradas”. Pues bien, parece que a José Mazarías no le llegó el recado o decidió no seguirlo a pies juntillas, porque en Segovia hemos tenido un verano marcado precisamente por la ausencia. Han pasado 57 desde que dio su última rueda de prensa pública, desde el 10 de julio al 4 de septiembre sin comparecer ante los medios de comunicación. Ausencia de gestión, ausencia de liderazgo, ausencia de un alcalde que, salvo en las fotos oficiales, ha desaparecido del mapa político como si agosto le hubiera engullido por completo. Lo cierto es que la ciudad no puede ponerse en pausa porque el señor Mazarías decida bajarse del escenario. Y menos aun cuando lo que tenemos detrás no es precisamente un balance sólido, sino dos años de mandato sin un rumbo claro, caracterizado por la baja ejecución de proyectos, lleno de anuncios que nunca se materializan, sin un debate del estado del municipio y sin la más mínima voluntad de rendir cuentas.

El silencio estival no ha tapado, sin embargo, los ruidos internos. El caso Rosalía Serrano ha marcado buena parte de este tiempo, con una sucesión de episodios más propios de una tragicomedia que de un gobierno serio. Actividades empresariales no comunicadas ni autorizadas por el pleno, cese como portavoz, explicaciones a medias, silencios incómodos y un creciente desconcierto ciudadano que se pregunta qué está pasando realmente en el Ayuntamiento. Lo que debería ser una institución dedicada a planificar y trabajar por Segovia se ha convertido en un escenario de enredos internos que retratan una falta de seriedad alarmante.

Mientras tanto, lo importante se escapa entre los dedos. Calles cada vez más sucias, autobuses en peor estado, proyectos culturales que pasan al olvido y uno de los más importantes, otro año más batimos récords del precio de la vivienda que está cada vez más cara.  También los fondos europeos, esa oportunidad irrepetible para transformar la ciudad, mejorar infraestructuras, modernizar servicios y recuperar patrimonio, se han gestionado de tal forma que parte de ellos se han devuelto. Sí, se han devuelto. En Segovia, donde cualquier euro es imprescindible, donde cada inversión cuenta, nuestro Ayuntamiento ha sido incapaz de aprovecharlos. Una auténtica negligencia que solo puede explicarse desde la parálisis o la incompetencia, y que deja a los vecinos con la amarga sensación de que las oportunidades se pierden mientras el gobierno se entretiene en sus peleas.

Y no es la única contradicción flagrante. Hablamos constantemente de turismo, de atraer visitantes, de consolidar a Segovia como referente cultural e histórico, pero al mismo tiempo se rechazan proyectos de recuperación de patrimonio, como es el caso de la Plaza de Guevara, se ignoran iniciativas de conservación y se apuesta por el mínimo esfuerzo. ¿Cómo se puede vender Segovia al mundo sin cuidar lo que realmente la hace única? Es como presumir de casa sin barrer la entrada: un despropósito que termina siendo una falta de respeto a nuestra historia, al legado que recibimos de nuestros antepasados y a nuestro futuro.

Si en el centro histórico se percibe abandono, en los barrios lo que se palpa es, además, conflicto. El último capítulo lo encontramos en Nueva Segovia, donde la gestión del proyecto de renaturalización de las principales plazas ha arrancado con una falta de previsión y consenso más que evidentes. Ha quedado claro que el equipo de gobierno de Mazarías ha redactado un proyecto a espaldas de los vecinos, saltándose una de las premisas más importantes, la participación ciudadana. Esa participación en la que no creen, la mejor muestra ha sido la desaparición de los presupuestos participativos, una herramienta que daba la oportunidad a los ciudadanos de presentar sus ideas y mejorar la ciudad con grandes proyectos y con pequeñas intervenciones.

Al parecer, escuchar a los vecinos es una actividad que al equipo de gobierno le resulta incómoda. Prefieren decidir entre pocos, sin dar explicaciones, imponiendo criterios que luego se topan con la lógica resistencia de un tejido asociativo que, lejos de apagarse, demuestra cada día que sigue siendo motor de la vida en Segovia. Y no es un caso aislado: lo hemos visto en prácticamente todos los barrios, donde asociaciones y colectivos se sienten ignorados, marginados, tratados más como un obstáculo que como un aliado.

El resumen es demoledor: dos años de gobierno del Partido Popular sin un proyecto claro de ciudad, sin rumbo, sin balance, sin debate del estado del municipio, sin planificación. Dos años en los que se han multiplicado los gastos superfluos y los caprichos sin sentido, que han provocado la pérdida de oportunidades y que también han generado conflictos. Dos años en los que Segovia no ha avanzado, y en los que los vecinos han visto cómo se desmantelan políticas, proyectos y servicios mientras los problemas crecen.

Y ahora llega septiembre, ese mes que algunos llaman la “vuelta al cole”, pero que para el Ayuntamiento debería ser directamente el inicio de un curso de recuperación intensiva. Porque este trimestre arranca con exámenes que no admiten excusa. Se tienen que aprobar las ordenanzas fiscales para 2026, una oportunidad única para rectificar y rebajar los incrementos desorbitados que los segovianos vienen sufriendo desde que el PP aterrizó en el gobierno municipal. Veremos si son capaces de enmendarse a sí mismos o si, como siempre, prefieren castigar el bolsillo de los ciudadanos mientras presumen de gestión responsable.

Tampoco podrán esconderse tras titulares vacíos cuando se hable de la ejecución del presupuesto de 2025, que hasta la fecha presenta un grado de cumplimiento bajísimo. Y aquí la pregunta es sencilla: ¿van a gestionar por fin lo que aprobaron o vamos a seguir con la dinámica de anunciar mucho y hacer poco? En paralelo, quedará claro si cumplen lo pactado con Noemí Otero de Ciudadanos, o si esos acuerdos eran simplemente un cheque en blanco que ahora prefieren ignorar. Porque la credibilidad también se mide en la capacidad de respetar los compromisos adquiridos.

Y aún más importante será ver si tienen voluntad real de diálogo para pactar el presupuesto de 2026. ¿Habrá consenso? ¿Habrá negociación? ¿O nos encontraremos con la misma actitud de soberbia y cerrazón que han demostrado hasta ahora? La respuesta marcará el rumbo de este último tramo de legislatura, porque ya no hay margen de adaptación. Han pasado más de dos años y lo único que les queda es 2026 para intentar enmendar una política de desmantelamiento y de improvisación que no ha hecho más que generar descontento.

El panorama, en definitiva, es el de un gobierno municipal que va a la deriva, más pendiente de resolver sus conflictos internos que de afrontar los retos de la ciudad, más preocupado por sobrevivir que por gobernar. Y la pregunta que todos nos hacemos es si, entre escándalos y ausencias, serán capaces de reaccionar. Porque Segovia no puede esperar más.

El verano nos ha dejado claro que no hay dirección. El otoño nos dirá si este gobierno es capaz de aprobar los exámenes básicos o si, como todo apunta, seguirá suspendiendo mientras la ciudad paga las consecuencias. Y lo cierto es que Segovia merece algo mejor: un Ayuntamiento que escuche, que dialogue, que planifique y que piense en el futuro. No uno que se esconda detrás de las fotos de inauguración y los silencios estratégicos. Segovia no puede conformarse con menos.

 

Clara Martín 

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