Antes que nada. Don Pedrone, Sánchez el cobarde, ya dejó claro de quién depende el Fiscal General del Estado. Y el actual, Álvaro Garcia Ortiz, en adelante Alvarone, lo está corroborando. No sé el final de su proceso judicial. En esta posverdad en la que estamos, este gobierno se mueve bien, nosotros los ciudadanos, por mucho que lo intentes es imposible saber lo que realmente pasó con la filtración de datos de que se le acusa. Pero tengo algunas cosas muy claras. Alvarone se ha negado a explicarse en comisiones e incluso en sede judicial. El cambio y borrado de su móvil delatan que el contenido que ahí había era incriminatorio para su jefe D. Pedrone. La cara desafiante y burlesca de Alvarone cada vez que comparece es insoportable y demuestra su seguridad en que, aunque sea declarado culpable, “el pumpi” se lo solucionará. La mitad de los fiscales del Consejo (los “pedrones”) le están salvando. Y su desvergüenza. Los hunos y los hotros que decía Unamuno. Mientras tanto, esto es cada vez más parecido a la añorada por Don Pedrone, Venezuela o Cuba. Vita pergit.
En esta ocasión les voy a hablar y recomendar dos libros, de reciente publicación y que me han encantado, me han gustado mucho, de distinta manera, con distinta intensidad, pero creo que ambos merecen mucho la pena. Y además ambos son autobiográficos, los dos hablan de la vida de sus autores, pero de una manera radicalmente opuesta.
El primero de ellos es “Antes que nada” del argentino Martín Caparrós, uno de los escritores argentinos más importantes del momento y para muchos uno de los mejores periodistas en castellano. Ha publicado más de una treintena de libros, de los que yo resaltaría “El hambre”, monumental ensayo sobre el hambre en el mundo y “Ñamérica” una visión muy completa de los países latinoamericanos. Amén de “El mundo entonces” donde cuenta el mundo de ahora visto por un historiador y periodista de dentro de 100 años, y que se publicó primero por entregas en El País y resulta muy interesante. Ganó el premio planeta de Sudamérica con la novela “Valfierno”. Estoy ahora leyendo otras obras suyas que no conocía.

“Me dijeron que me voy a morir” es la primera frase del libro y es que empezó a escribirlo al anunciarle que padecía ELA, en un estado muy avanzado y que ya le tiene con la movilidad muy reducida. En el libro va alternando capítulos donde nos cuenta su vida, sus amores, sus estudios, sus trabajos, etc. con otros donde va contando su enfermedad, cómo avanza y lo que va sintiendo y cómo está esperando a la muerte.
Es un libro de 650 páginas que no se hacen demasiadas, incluso no quieres que se termine. Es como un testamento vital, un libro donde se narra una vida, (lo que ya es una aventura) y además nos explica cómo se muere (lo que ya es desmesurado, inabarcable). Su vida, hijo de una pareja de psicoanalistas argentinos, nieto de exiliados, seguidor de Boca, a lo largo de las páginas vamos conociendo sus amores, su primer beso, su lucha clandestina comunista, sus estudios, su vocación de escritor y muchas cosas más. Él piensa que su vida está llena de reinicios, como una metáfora del final, su forma de contarlo, también es un principio, el principio del final. Su primer trabajo como periodista fue una crónica sobre un alpinista muerto “Doce años estuvo helado el pie de un montañero que encontraron cerca del Aconcagua”. Un pie, nada más, así empezó. Y así terminó, o así empezó el final, se cayó de una bici y se hizo mucho daño en el dedo gordo del pié derecho, tres años estuvo sin que le obedeciera el dedo… ahí empezó el calvario, un pié. Reinicio. Y es que es un libro precioso, con frases como “nada une tanto como llorar juntos”, o “somos, en general, un desperdicio de memoria, una historia esperando su olvido”, o esta otra “ser viejo es entender cuando entender es la condena: cuando entender la condena es la condena”. Y otras muchas, me gusto mucho ¿por qué coño la felicidad se empeña en ser retroactiva? Y otra más “estoy a favor de los impensables porque se han realizado muchas veces”.
Como no puede ser de otra forma, el libro también es duro a veces: “me pregunto que más no podría hacer. No puedo caminar, no puedo levantarme, no puedo ducharme, no puedo comer fácil, no puedo darme la vuelta en la cama, no puedo cagar fácil, ni mear de parado, no puedo abrazar con los brazos, no puedo inventarme futuros, no puedo, no puedo, no puedo, no puedo, no puedo…”. Grande. Vivió, vive, para escribir y ha escrito, nos ha regalado la obra de su vida, “Antes que nada”, después de todo.
Y el otro libro es “El mejor libro del mundo” de Manuel Vilas, uno de los escritores españoles actuales más querido y leído. Totalmente distinto del anterior. Aquí Vilas con su estilo siempre irónico, siempre con una vis cómica que tanto le gusta, hace un ejercicio de catarsis mental y nos cuenta sus paranoias, sus miedos después de cumplir 60 años. Embarcado siempre en la escritura del mejor libro del mundo, tarea que sabe que no ha conseguido ni conseguirá.
Tiene un capítulo que titula “30 de marzo del 2023” en el que habla de la famosa “ley del solo sí es sí” y habla de una ley modernísima (en mi opinión, inapropiado adjetivo para una ley), una ley orgánica que garantiza la libertad sexual de las mujeres (en mi opinión, mentira, eso ya estaba garantizado con la anterior ley), pero lo grave es cuando afirma “pero tuvo un problema legal, de interpretación jurídica en su aplicación, que llevó a muchos jueces y juezas a rebajar las penas de los condenados por delitos de violación. Tuvo esa ley consecuencias indeseadas. …. La ministra que había parido esta ley, al ver que los jueces rebajaban las penas de los violadores, dijo que los jueces eran todos una panda de machistas. Y puede que no le falte razón, es más, yo creo que tenía toda la razón…”. Con todo el respeto, Manuel Vilas, esto no hay por dónde cogerlo. Es mentira. Con haber preguntado a un abogado o juez te lo habrían explicado. Solo encuentro una explicación, te pudieron tus ganas de salvar a una ministra impresentable de un gobierno que parece que es tu “amo”. No me parece propio de una persona de la cultura, mentir con ánimo político. Y lo sabes.
Es uno de esos libros de difícil encuadre, para mí claramente no es una novela, pero tampoco es una autobiografía, en él se cuentan historias (muchas), se habla de cine y de literatura, hay pensamientos, anécdotas suyas y familiares, recuerdos, ilusiones realizadas y frustradas, Todo con el estilo cálido de Vilas. Según vas leyendo, a veces sonríes, a veces te enfadas con él, llegas hasta querer gritarle. Nos muestra su cara de hipocondriaco absoluto.

A veces parece un diario, pero sólo lo parece. Vilas ha creado un personaje que se parece mucho a él, si no es él. La gran virtud de este libro es la sencillez con la que está escrito, son casi 600 páginas que se pasan con el convencimiento de que no tiene que ser muy fácil escribir así de pausado, con unas palabras justas, frases bien hilvanadas, con un estilo muy conseguido, muy “vilas”. Un estilo que le hace creíble. Todo lo anterior explica por qué Vilas está donde está.
Dos buenos libros, muy buenos, muy recomendables, muy distintos, no pierdan la oportunidad de disfrutarlos. Leídos uno detrás de otro, les permitirá comparar los estilos, ver qué maneras más opuestas de contar cosas, su vida. “Antes que nada” les dejará un sabor agridulce por el contenido, pero maravilloso por el libro en sí, no lo olvidarán. Y con “El mejor libro del mundo” comprobarán lo fantástico que es leer un libro, con una pequeña sonrisa y admirando lo complicado que es escribir tan bien. No duden, no se asusten por el tamaño, las 600 páginas de cada uno les parecerán pocas. Y como siempre les digo, léanlos en libros de verdad, de papel, los digitales son otra cosa.

Heliodoro Albarrán
