Ya me he confesado seguidor y admirador de los libros de Stefan Zweig, esa especie de adición que me hace seguir leyendo sus libros, sus benditos libros. Me gustan todos, pero sus biografías son distintas, insuperables. De ellas, he leído casi todas, “Magallanes” y ésta sobre Fouché me fascinaron y comparto que se diga que es el genio de las biografías, inigualable. A mí me parece que es capaz de convertir cualquier pequeño detalle en algo importante en una vida. Leí “Fouché. Retrato de un hombre político”, de la fantástica editorial Acantilado, hace unos años y ahora he vuelto a hacerlo aprovechando la edición en español de “Fouché. El genio tenebroso” un maravilloso cómic de Kim (Joaquim Aubert) basada en el libro de Zweig. Y la experiencia ha sido inolvidable. Primero les hablaré del libro, de la biografía, recuperando lo que escribí hace algunos años sobre ella.
Desde la toma de la Bastilla hasta el reinado de Luís XVIII, es el personaje más importante de la historia de Francia, aunque no muy estudiado ni conocido en su real magnitud, debido a su trabajo en la sombra, personaje oscuro, se le ha llamado reptil, demoníaco, maestro de la traición. Nunca será fiel a nadie, genio tenebroso… Y todo es verdad, además de, supongo, tener el récord de cambios de bando de la historia: pasó de ser clérigo de los padres Oratonianos a perseguidor de todo lo religioso, de ser pobre a poseer la segunda fortuna de Francia, de perseguir y matar nobles a obtener un ducado, de votar para guillotinar a un rey a promover a otro para el reinado, de enemigo de Napoleón a ser su hombre fuerte en el gobierno, etc. etc. Y como siempre, Zweig nos retrata no solo al personaje sino sus sentimientos, sus más íntimos motivos.
Destacó desde pequeño con los padres Oratonianos y pronto fue profesor de matemáticas y física. En 1778 comienzan una serie de revueltas, de agitación social que llegan hasta los conventos y Fouché enseguida participa en discusiones con intelectuales. Imaginando lo que viene, como hizo siempre en su vida, se anticipa, tira la sotana y se lanza a la política. Es elegido diputado de la Convención. Y el día de su toma de posesión empieza a verse de qué pasta está hecho. Puede sentarse con los moderados o los radicales (con su amigo Robespierre), Fouché toda su vida pertenecerá a un solo partido, al de la mayoría. Y se da cuenta que los girondinos, los moderados, son mayoría en la Convención y no lo duda, se une a ellos. Llega el día de votar la muerte del rey. Fouché hasta el día de antes había defendido la clemencia, pero ve que los radicales y el pueblo insultan a los que no quieren la muerte del rey y Fouché, cambia de opinión y vota a favor de la ejecución. El camaleón.
Ahora es el más radical, extrema izquierda, está contra los sacerdotes. Es elegido, junto con otros, delegado de la Convención para ir a las provincias a explicar sus planes y a poner orden. Y se va a las del sur del Loira y allí va a poner en marcha un plan radical, socialista, comunista. Se le atribuye la redacción de la llamada “Instrucción de Lyon”, para muchos, el primer manifiesto comunista de la historia. Ahora es ateo y manda guillotinar a los disidentes. A Fouché le parece que la guillotina va muy despacio y empieza a matar en grupo y ¡a cañonazos! Unas primeras semanas de muertes y demoliciones le hacen temer que la mayoría no esté con él y vuelve a la guillotina y empieza una campaña más humanitaria.
Pasado un tiempo le vuelven a necesitar y vuelve, además con poder sobre el dinero, ahora es amigo del poder económico. Hace solo unos años era un comunista radical. Ahora solo habla de orden, de seguridad… Siempre quiere el poder, el máximo, pero al contrario que todos los demás, le basta con la conciencia del poder, sin signos externos, sin vanidad. Tiene en sus manos la fría y dura palanca con la que superará las peores crisis: el desprecio a la gente. El capítulo de la lucha contra Robespierre es magnífico, casi una novela de intriga dentro de la propia biografía. Y el capítulo de la lucha final con Napoleón es una muestra de cinismo y traición.
Absorbente lectura, para mí de las mejores biografías de Zweig, casi perfecta. Leyendo este libro se comprenden las acusaciones que decía al principio de reptil, inmoral, deplorable, etc. Al final de su vida, hace un último cambio de piel y… ¡léanlo!
El cómic de Kim está editado en Norma Editorial en un formato grande y con unas 120 páginas. He leído que las viñetas están hechas en acuarela sobre papel y la portada al óleo. Nada de ordenador. La portada, una imagen de frente de Fouché me parece fantástica, no puedes dejar de mirarla, parece un cuadro. Pero lo bueno viene cuando, después de admirar la portada, abres el libro y empieza el espectáculo de un gran cómic. La imagen de las viñetas, los dibujos con el más mínimo detalle, todo precioso.
El propio Kim ha dicho que seleccionó las partes importantes del libro de Zweig y las fue dibujando. Para los puristas del cómic posiblemente haya mucho texto, pero para los que disfrutamos de un libro como éste por su belleza y también por su texto, es importante que se haya hecho así, porque es cómo leer la biografía de Zweig, está todo lo importante, se lee con pasión y puedes leer cualquiera de las dos porque te vas a empapar del personaje igualmente.
En el prefacio del libro, Zweig dice: “Y diariamente volvemos a ver que, en el discutible y a menudo sacrílego juego de la política, al que los pueblos siguen confiando de buena fe sus hijos y su futuro, no se abren paso los hombres de amplia visión moral, de inconmovibles convicciones, sino que siempre se ven desbordados por esos tahúres profesionales a los que llamamos diplomáticos, esos artistas de las manos ágiles, las palabras vacías …” Totalmente actual.
En todo caso, dos libros importantes para un personaje transcendental. Lean los dos, en el orden que quieran, pero siempre en un libro de verdad, en papel, el digital es otra cosa y disfrutarán de algo excepcional, de un placer inconmensurable.
Al menos a mí es lo que me parece.
Heliodoro Albarrán