Alfonso Guerra, que para los que peinamos canas no necesita presentación (y si hay quien no le conozca, ¡qué lea!), en una reciente entrevista en Antena 3, en la que también participó Felipe González (aplíquese lo dicho para el anterior), se despachó a gusto y, entre otras reflexiones, dejó la siguiente: «Es lógico pactar con otro para conseguir la, mayoría, sí. […] A cambio de una Amnistía, que no es constitucional, no me parece justo […] No está justificado. […] Defiendo exactamente lo mismo que defendía la dirección antes del 23-J. No me parece justo pactar a cambio de una amnistía que no es constitucional o de un concierto económico con Cataluña. Parece que hay gente que quiere volver a la dictadura.»
Estoy de acuerdo con el exvicesecretario general del PSOE, si es necesario llegar a acuerdos con otras formaciones políticas para alcanzar mayorías parlamentarias, se negocia, pero hay límites, no todo vale, no se pueden traicionar los principios, porque el objetivo nunca puede ser simplemente ocupar el poder.
¿Quiénes son los socios del número 1, el de la urna tras la cortina? Pedro Sánchez alcanzó el poder apoyándose en Sumar, Junts (Puigdemont), ERC, EH Bildu, PNV, Coalición Canaria y BNG.
Si hay algo que han demostrado los partidos antes citados, no tanto Sumar, que se ha convertido en la marca blanca del PSOE y se enreda en sus propias contradicciones con facilidad, es que son coherentes con sus postulados políticos y los principios que defienden. Dicen lo mismo antes y después de las elecciones, no hay sorpresas. Tienen muy claros sus objetivos y luchan por ellos sin importarles nada más. La lealtad a su ideología es constante e innegable.
Tras el reciente simulacro de elecciones presidenciales de Venezuela, diputados de Sumar, Podemos y EH Bildu firmaron un texto en el que se reafirmaba la «legitimidad» del proceso electoral y el resultado publicado por el Consejo Nacional Electoral que dio como ganador a Maduro, personaje que encaja en sus postulados y cuyos actos les parecen bien.
Si se repasa la hemeroteca, es fácil encontrar declaraciones de diferentes líderes de algunas de esas fuerzas en las que, de un modo directo o velado, terminan excusando, cuando no alabando, las actuaciones de regímenes como el de Corea del Norte, Irán, Afganistán, Venezuela, Siria, Cuba, Rusia, Nicaragua…, o apoyando las actuaciones de ciertos grupos considerados como terroristas por el común de las naciones democráticas. Son los que defienden sin rubor que el fin justifica los medios. ¿Qué fin? El suyo, fin.
Pues bien, todos estos grupos son los que apuntalan sin fisuras el frágil gobierno de Pedro Sánchez. ¿Por qué será? Blanco y en botella, como gustan de repetir los ministros del gabinete y otros voceros del PSOE cada vez que se les pone un micro delante.
Comparto con el exvicepresidente del gobierno de España este deseo: «Ojalá tuvieran mayoría absoluta y no dependieran de delincuentes fugados que redactan la propia amnistía». Entiendo que D. Alfonso se refiere al PSOE histórico, no a este remedo de secta bolivariana, trufada de Koldos, Ábalos, Aldamas y Delcis, en la que su líder lo ha convertido a base de purgas e imposiciones para rodearse únicamente de palmeros.
He llegado al punto de que ya no abogo simplemente porque mi partido gane las elecciones, me conformo con que el actual primer ministro deje pronto su cargo y las urnas den la posibilidad de gobernar a alguien, milite bajo las siglas que milite, que no dependa de minorías ajenas al proyecto común de España, libre del chantaje de delincuentes fugados o residentes en la Costa del Sol.
Y si no es posible alcanzar una mayoría absoluta monocolor, es imperativo que quienes representen al mayor número de españoles y crean que su tarea es defender los intereses mayoritarios de la sociedad española, se pongan a su servicio, dejen a un lado las excusas y sumen sus fuerzas para empezar a caminar hacia adelante, abandonando esta etapa de involución democrática tan aplaudida por los admiradores de Maduro.
Javier López-Escobar