Habemus Abolitionem

Inicio la escritura de estas líneas el 7 de marzo de 2024, glorioso día que se inscribirá en el libro de historia de la humanidad con grandes letras doradas. Ante el pueblo soberano se ha aparecido un ángel del Señor, el excelentísimo Sr. D. Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes de España que, a través de los medios de comunicación, ha proclamado jubiloso: «Annuntio Vobis Gaudium Magnum, Habemus Abolitionem» (Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos Amnistía!). De repente apareció una gran multitud de ángeles del cielo, y todos alababan al gobierno: «¡Alaben al presidente en la Moncloa! ¡Que haya paz en la tierra para la gente que agrada a Puigdemont!».

Esta norma, largamente deseada por la ciudadanía ansiosa de abrazar la convivencia, extiende un delicado manto bordado de olvido, que tapa cualquier delito incluido en el Código Penal Español, cometido desde noviembre de 2011 hasta nuestros días, siempre que fueran perpetrado con la honorabilísima excusa de la independencia de Cataluña.

Exclama el ministro, henchido de júbilo, que “estaremos contentos cuando todo el mundo pueda decir que no está encausado por ser independentista” ¿Qué más da que en España no haya nadie encausado por ser independentista desde que el dictador falleciera tranquilamente en su cama? ¡Qué la verdad no estropee este bonito sueño!

¡Qué orgullosos estamos de este gobierno! Decenas de millones de personas de toda condición, sexo, género, edad y procedencia, han engalanado sus balcones con guirnaldas de franjas rojigualdas, visten sus mejores galas y acumulan pétalos de rosa para arrojarlos al paso de la comitiva ministerial, que iniciará un desfile procesional desde la Plaza de España en Barcelona, hasta las Cortes Generales en Madrid, portando el texto legal bajo palio.

Para contener tan excelso y múltiplemente impecable documento, “referente mundial”, se ha encargado una réplica exacta del arca de la alianza de oro macizo, que será portada por los doce magistrados del Tribunal Constitucional, abriendo la procesión con cantos en catalán, loas al “gobierno valiente” y alabanzas a la concordia. A esta hora aún no se sabe si los citados magistrados irán encadenados o asistirán voluntariamente.

¿Qué importa lo que diga la Constitución frente al clamor de los 54 países, 27 arriba o abajo, que en Europa abrazan el perdón? ¿Qué es eso del Código Penal? ¿Qué más da la hemeroteca? ¿Por qué creemos que lo dicho, dicho queda? Sólo a los pocos que aún se atrincheran en las cuevas más profundas de la “fachosfera”, les importan las viejas promesas del presidente del gobierno que pueden leerse en las actas del Congreso de los Diputados. Cualquier cosa que se hubiera dicho, o defendido, o comprometido antes de este día luminoso, queda olvidado, que eso significa literalmente la palabra amnistía, olvido.

¿Koldo? ¿Quién es Koldo? ¿Ábalos? Tampoco lo conocemos, no insista, le digo que no sé nada de Armengol, Illa, Torres… ¡Qué no, puñetas! ¡Qué no sé de qué me habla! ¡Deje de dar la lata y olvídese! ¡Amnistía! ¡Abolitionem! ¡Olvido!

¡Qué coj***s! ¡Felicitémonos y seamos dichosos! Que lo de pagar la hipoteca, llegar a fin de mes, tener un médico que te atienda, circular por carreteras seguras, viajar en tren a Extremadura, encontrar empleo, los problemas de los ganaderos y agricultores, las pateras que se hunden en el estrecho, los caídos por la patria en acto de servicio y tantas otras nimiedades, no sean motivo para preocuparse y empañar tan memorable fecha.

Así, reeducados en la nueva posverdad, alegres habitantes de un país ejemplar y admirado en el mundo entero, libres de cargos, convencidos de que el presidente Sánchez es un hombre de palabra, que solo busca nuestra prosperidad, que aborrece la corrupción y que siempre dice la verdad, recibimos sumisos la buena nueva y predicamos fervorosos su nuevo testamento.

¡Consummātum est! Renunciemos a cualquier duda y unámonos al dicharachero político que remata su gozosa disertación con un broche de oro: “Quiero concluir felicitándome”.

Ni él se lo cree.

Javier López-Escobar

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