Gobierno epistolar

De nuevo me escribe D. Pedro Sánchez  Pérez-Castejón, recibo otra misiva presidencial a través de los medios de comunicación, sin comparecencia pública que la tamice. Me llega otra carta sin franqueo que el presidente del gobierno que me dirige a mí, y al resto de los que habitamos esta vieja nación. Otra epístola a los españoles. Otro escrito de puño y letra del primer ministro…

La he leído, Sr. Presidente ¡Qué menos! Me tengo por un ciudadano responsable, consciente del papel que juega, junto al resto de quienes disfrutan de esta democracia que nació del más amplio acuerdo que nunca hubo en España. Me cuento entre esos a los que llaman trabajadores. Participo, voto, pago los impuestos que me corresponden para financiar los servicios públicos y sostener el estado de bienestar. Soy consciente de la necesidad de avanzar en igualdad en todos los sentidos, del papel del gobierno en la corrección de los desequilibrios que aún hoy día impiden a muchos tener las mismas oportunidades que el resto. Conozco las leyes que regulan el sistema político de nuestra nación. Sé que contribuir a la sociedad como ciudadano es también una tarea colectiva. Conozco mis derechos y mis deberes.

Por todo eso puedo aún expresar libremente mi opinión y contestar humildemente a su correspondencia.

No he sido capaz de encontrar en su nota ni una sola letra de disculpa o de explicación de lo sucedido. Ninguna asunción de la menor responsabilidad. Ni una mínima respuesta a las innumerables preguntas que los infieles y descreídos se hacen. Ni un intento de desmentido de lo que se publica. Ni una prueba a su favor o en contra de lo conocido. Ni un paso atrás…

Sólo veo descalificaciones groseras al adversario, toscos argumentos ad hominem, burdas apelaciones a los adeptos y conversos para que hagan frente común y se movilicen para parar eso que Ud., su líder, ha llamado “máquina del fango”, mientras se empeña en una siembra abundante, genérica e indiscriminada de sospechas sobre la justicia y la prensa, sin aportación de evidencia alguna. La enésima apelación al conmigo o contra mí.

Hace menos de un mes nos obsequió con un correo tramposo, que usó como preámbulo de una maniobra de distracción al más puro estilo del trilero, cambiando el “¿Dónde está la bolita?” por “¿Dónde está el presidente?”, al tiempo que nos distrajo durante 5 días de los avatares que amenazaban la campaña electoral de Cataluña. Centró la atención en Ud., en su persona, para esconder tras un tupido y enfangado velo las informaciones que empezaban a señalar públicamente ciertas actividades poco apropiadas realizadas en el seno de su entorno más cercano.

¿Por qué no repetir? Supongo que ha pensado. Si ya tuvo éxito en su anterior pirueta ¿No debería hacer lo mismo ahora? En este caso, eso sí, sin mediar retiro monclovita, que no da tiempo antes de las elecciones del domingo a simular cinco días de reflexión. En estas letras nos anuncia directamente que sigue y seguirá al frente del timón. Ya ve Ud. ¡Cómo si hiciera falta que nos diera la brasa cada semana con la noticia!

Esta última pastoral, aparentemente enviada a la ciudadanía, en realidad dirigida a su rebaño, resulta tanto o más ofensiva que la primera. Su empeño en tomarnos por inocentes púberes, abandonados en la estulticia, que requieren de su guía y doctrina para alcanzar un imaginario nirvana, queda desmentido con tozudez por la cruda verdad. Esta apresurada apelación al hooliganismo ya no cuela, no engaña a nadie, a esa trampa hace mucho que se le ve el cartón.

Quedan unos días de lo que Ud. llama “ruido antes de las elecciones” y, es cierto, “unos pocos más antes del verano” (gracias por la información, de no ser por Ud. no me habría dado cuenta). Añade Ud., que “también quedan más de tres años de Gobierno, de progreso y de avances”, es verdad, y muchos más, espero. Aunque me temo que eso sólo será posible si deja el timón en otras manos y se abstiene de seguir enredando con las cosas de todos, si deja de jugar con la independencia de los poderes del estado, si se abstiene de “hacer de la necesidad virtud”, para agarrarse a cualquier clavo ardiente, con alianzas “contra natura”, que mantenga sus posaderas pegadas al sillón.

Sr. Presidente, respetuosamente le ruego que convoque elecciones y se retire, le pido que busque y “encuentre la respuesta que merece en las urnas”. No se preocupe, pasará a la historia, eso ya lo tiene asegurado, aunque estemos deseando olvidarle.

Esta solo es mi opinión y, como Ud., dejo al lector extraer sus propias conclusiones. ¡Faltaría más!

Atentamente,

Javier López-Escobar

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